Selección de textos izquierda italiana

Octobre, no 2, febrero 1938

 

La vida de las Fracciones

de la Izquierda comunista internacional

 

En esta rúbrica, el lector encontrará regularmente informaciones sobre la vida y la evolución de las fracciones afiliadas al Buró Internacional. Esta vez hemos creído conveniente dar una idea general de la génesis y las posiciones de las fracciones italiana y belga.

La Redacción

 

La Fracción italiana

Se constituyó oficialmente en la conferencia de Pantin, en 1928, cuando la Internacional comunista, tras la expulsión de numerosos comunistas internacionalistas en todos los países, adoptó las decisiones del VIo congreso, que decretaban incompatibles la pertenencia al Komintern y la defensa de las posiciones revolucionarias.

Pero en realidad la Fracción italiana se fue constituyendo a lo largo de la guerra civil que en Italia revestía formas muy ásperas y una lucha muy fuerte contra el centrismo.

Hacia el final de la guerra de 1914-18 apareció en el seno del Partido socialista italiano, dirigido por los oportunistas del famoso "ni favorcer ni sabotear la guerra" (aquellos que fueron a Zimmerwald), la corriente de los abstencionistas, con Bordiga y la federación de Nápoles, que publicaba Il Soviet, en cabeza. Bajo la cobertura del abstencionismo parlamentario, aparecía la primera fracción marxista que se solidarizaba con la revolución Rusa, no solo de palabra, sino con la elaboración de las posiciones comunistas que debían conducirle a ser el primer partidario de la separación de los traidores, y la figura principal de la fundación del Partido comunista italiano. Es sabido que Lenin, en La enfermedad infantil del comunismo, hizo un flaco servicio a los marxistas de Italia, juzgándolos sobre la base de una información fragmentaria e incompleta, exclusivamente sobre su posición de abstencionismo parlamentario y dando crédito a los oportunistas de L’Ordine nuovo de Turin. El abstencionismo, que era un aspecto diferenciador entre los comunistas y los socialistas atados al Estado capitalista, no era entonces una posición de principios, sino más bien una posición analoga a la defendida por los bolcheviques durante el boicot de la Duma poco después del asalto revolucionario de los obreros rusos en 1906. Por otra parte, fue la izquierda de Bordiga la que en otras situaciones -como en 1934, cuando el alzamiento fascista- preconizó la participación electoral.

En enero de 1921, la Fracción abstencionista, que acababa de separarse del Partido socialista dirigido por Serrati, fundaba en Livorno el Partido comunista. La situación italiana estaba sentenciada en parte por la traición socialista, que había liquidado el gigantesco movimiento de ocupación de fábricas, y el desencadenamiento del ataque sangriento del fascismo conjugado con la represión del Estado capitalista. Socialistas y maximatistas desarmaban a los obreros italianos mientras que el fascismo y las fuerzas estatales pasaban a la eliminación física y a la destrucción de los organismos obreros.

Un año después, el Partido comunista, que agrupaba las mejores energías del proletariado italiano, adoptaba en su IIo congreso las Tesis de Roma, condensando de una manera sintética los principios que daban a los obreros italianos su primer partido de clase. La naturaleza organica del partido, sus relaciones con la clase, con las demás organizaciones, su táctica en la fase de guerras y revoluciones, estaban consignadas en estas tesis que el centrismo hizo el simulacro de aceptar en 1923 en Italia, para rechazarlas impunemente en cuanto pudo con la ayuda de la Intemacional comunista. Señalemos que estas tesis, que no hacían sino continuar el camino histórico seguido por Lenin entre 1903 y 1917, toparon con la oposición de la Intemacional que, sin embargo, enta época de Lenin, jamás las rechazó abiertamente. Si bien es cierto que en AIemania se obligaba a los espartaquistas a seguir el camino opuesto, obligándolos a la fusión con los socialistas independientes.

En el 3er y el 4o Congresos del Comintern, el Partido italiano, dirigido por la izquierda, se opuso a las directrices que iban a conducir a la derrota alemana de 1923 y que no obstante habían recibido, en particular, el apoyo de Lenin y de Trotski. A petición expresa de Lenin, Bordiga y la Izquierda no dimitieron de la dirección del Partido, porque a pesar de ser mayoría en estos congresos, para los marxistas era imposible resolver los problemas de la revolución en un país mientras se hallaban en minoría internacionalmente.

Tras la derrota de 1923, la Izquierda rechazó en el 5o Congreso el arreglo de Zinoviev, que le proponía permanecer en la dirección del Partido a cambio de un apoyo a la campaña dirigida contra Trotski en Rusia. Sobre muchos problemas la izquierda estaba en desacuerdo con Trotski, pero él representaba por lo menos una reacción internacionalista contra el centrismo y ello bastaba para irnponer una solidaridad absoluta. Pue entonces cuando la izquierda dimitió de todos los puestos de responsabilidad a pesar de seguir manteniendo la mayoría en el Partido, y entabló una lucha ideológica que mediante la formacion de una Corriente, daría lugar al nacimiento de la Fracción de izquierda. En 1926, la corriente marxista, que junto a Bordiga se había opuesto en Italia a las aventuras del centrismo (la retirada sobre el Aventino en 1924, por ejemplo), y que desde el punto de vista ioternacional luchaba contra "el socialismo en un solo país", "la bolchevización", el Comité Anglo-Ruso, elaboraba un documento programático que fue presentado en un Congreso del Partido comunista italiano. Este documento se conoce por el nombre de Plataforma de la Izquierda.

Las Tesis de Roma (rechazadas por los centristas) y la Plataforma, sirvieron de documentos de base para la formación de la Fracción italiana en Pantin. Esta editó una publicación en Italiano, Prometeo, que sigue apareciendo actualmente.

Cuando en 1930 se constituyó la Oposición internacional de izquierda, dirigida por Trotski, exiliado en Turquía, la fracción italiana participó en ella reivindicándose de sus documentos de base. Trotsky saludó la Plataforma de 1926 como uno de los mejores documentos de la oposición, lo que no le impidió desencadenar una lucha de maniobras y de intrigas para amoldar la Fracción a su política.

A partir de 1932, la crisis profunda de la Oposición ioternacional de izquierda agudizó las divergencias entre la Fracción y Trotsky, quien utilizaba métodos burocráticos para formar grupos, dividirlos: disolviendo, desplazando a la dirección internacional y atacando a la Fracción, que se negaba a participar en este juego que impedía la constitución de organismos comunistas en distintos países. La oposición entre la fidelidad a los "4 primeros Congresos de la IC", credo del Trotskismo, y el análisis marxsta de los acontecimientos de la post-guerra, que veía el triunfo internacional del centrismo, encontró su expresión tanto en la oposición entre la política de "enderezamiento de los partidos" y la de constitución de las fracciones activas en el Partido, y único canal de la ideología marxista, como también en la oposición entre "las consignas democráticas" que iban a hacer de Trotsky el "campeón" de la guerra imperialista de España y de China y las posiciones de clase que hacían del proletariado y de las posiciones proletarias las únicas consignas correspondientes a la situación de post-guerra.

A finales de 1932, en vísperas de la subida de Hitler al poder, se produciría la separación sobre la base de una propuesta de exclusión de la fracción hecha por Trotsky (Gurov), que paralelamente vislumbraba una posibilidad de victoria en Alemania, incluso con Thälhmann.

En 1935, el Congreso de la Fracción italiana, que se celebró después de la traición abierta del centrismo (que siguió a la muerte definitiva de la Internacional comunista y la entrada de Rusia en la Sociedad de Naciones), la transformaba de Fracción del PC italiano en Fracción del Partido que las erupciones revolucionarias habrían de fundar. Esta transformación tenía lugar en el momento en que el imperialismo italiano desencadenaba la guerra en Abisinia y el Congreso se concentraba en torno a los problemas de la transformación de la Fracción en Partido que eran planteados imperiosamente por la traición del centrismo y la apertura de la fase de guerras imperialistas. Se afirmaba una corriente que quería sustituir el proceso real de las luchas de clase, fecundador de las condiciones para formar el Partido, por un voluntarismo generador de oportunismo y de revisión del programa comunista. Los dirigentes fundamentales de esta corriente debían formar la minoría que, en el transcurso de los acontecimientos de España, iba a defender la guerra imperialista y pasar al otro lado de la barricada.

A finales de 1932 la Fracción italiana formaba una comunidad de trabajo con la Liga de los comunistas internacionalistas de Bélgica sobre la base de una confluencia en la crítica de las posiciones de la Oposición Internacional (trostskista); crítica que contenía las cuestiones centrales del movimiento obrero, las del Estado y del Partido.

Los sucesos de España iban a determinar una crisis en el seno de la Fracción y en sus relaciones con la Liga belga, en cuyo seno aparecía una corriente marxista confluyente con la que predominaba en la fracción. La exclusión de la minoría, que huía de la discusión, precedería a la ruptura con la Liga -donde se verificará una escisión- (ver la .Resolución de la C.E., Bilan no 42). Paraletamente a su colaboración con la Liga belga, la Fracción editaba una revista teórica, en noviembre de 1933, con el fin de dar comienzo a un trabajo de clarificación internacional que debja impulsar a los grupos de vanguardia que habían roto con Trotski a seguir el camino de la formación de fracciones de izquierda. En esta época, todas sus tentativas para constituir un Buró internacional tropezaron con la pasividad y la confusión de los grupos existentes y sólo la Liga parecía estar dispuesta a afrontar una discusion internacional seria.

Con la guerra de España, todas las divergencias con la Liga y los otros grupos se manifestaron por una ruptura que indicaba la caída de estos grupos de .comunistas de izquierda" en el fango de las ideologías capitalistas. Se abría una nueva fase, la de la formación de Fracciones de izquierda contra todos los grupos existentes, sobre la base de las nociones programáticas proclamadas por la Fracción en común con la minoría de la Liga belga, sobre el Estado y el Partido. Este esfuerzo recibió su consagración con la formación del Buró de las Fracciones de izquierda y la transformación de Bilan en Octobre.

Actualmente la Fracción italiana edita Prometeo e Il seme, revista de discusión en italiano, y que debe servir de instrumento de preparación teórica para el Congreso de la Fracción. En una próxima crónica expondremos las divergencias que existen actualmente en la Fracción, problemas que se discuten y se expresan en Prometeo y en Il Seme.

La Fracción belga

La conferencia nacional de la Liga de los comunistas internacionalistas de Bélgica decidía, el 21 de febrero de 1937, declarar incompatible la pertenencia a su organización de los miembros que se solidarizaban con la resolución publicada por Jéhan en su Boletín. Se trataba de la oposición entre los participacionistas en la guerra imperialista de y los internacionalistas que se reivindicaban de los posiciones de clase. Una minoría, representante del conjunto del grupo de Bruselas menos tres camaradas (uno de ellos Hennaut) abandonaba la Liga. El 15 de abril aparecía su primer Boletín mensual con los documentos de base referentes a la constitución de la Fracción belga de la Izquierda comunista internacional. No se trataba, como Hennaut quería hacer creer, de una emanación de la Fracción italiana, sino del resultado de todo un proceso a través del cual el proletariado belga llegaba, por primera vez, a poner las bases para la constitución de un verdadero partido de clase.

Es sabido que el Partido comunista belga fue creado por la Juventud socialista que, al llamamiento de la Revolución rusa, abandonó el POB. Su constitución no estuvo precedida de acontecimientos sociales en Bélgica, puesto que la burguesía logró, gracias al acuerdo de Lophem, contener con "reformas sociales" la oleada proletaria. Rápidamente el joven núcleo comunista fue sofocado en una fusión impuesta por la Internacional con el grupo de la lzquierda socialista de Jacquemotte. No obstante, en 1928, la mayoría del Partido se pasaba a la Oposición y tras la escisión de Amberes, ésta última tenía tras de sí todos los militantes de vanguardia del movimiento obrero belga. La Oposición navegá en la más plena oscuridad cara a la multitud de problemas que se planteaban en esta época a las izquierdas marxistas. La ausencia de grandes movimientos sociales, la impresión de estancamiento, tuvieron mucho que ver con el desalento en que se sumergió rápidamente. ¿Había que actuar como Partido o como Fracción del Partido?. Estos problemas se trataban en el seno de la Oposición sin poder encontrar una solución, cuando era evidente que, sólo un trabajo como Fracción del Partido (incluso si se estaba excluido de él) permitía abordar los problemas propios de la degeneración centrista y etaborar las posiciones que debían permitir, en el momento de la traición del centrismo, evolucionar hacia la constitución de nuevos partidos. Trotski, desde su exilio, plantea imperativamente los términos del problema ("enderezar los partidos" en lugar de Fracción de izquierda). Y sin esperar a una discusión internacional, sin comprender las dificultades inevitabtes de la Oposición belga, provocó una escisión sobre la cuestión del Este chino (ese ferrocarril que Stalin ha vendido finalmente a China) que disgregó definitivamente a la Oposición belga. Esta se escindió en dos pedazos, uno de los cuales (la Federación de Charleroi) creó el grupo trotskista oficial que terminaría en el POB, para salirse con elementos de izquierda y constituir el Partido socialista revolucionario; y del otro lado, iba a nacer la Liga de los comunistas internacionalistas de Bélgica, que se encerró sobre sí misma hasta 1932. En el momento en que el grupo trotskista degeneraba, expulsaba a los elementos internacionalistas y rompía con la Izquierda italiana, la Liga aparecía como único núcteo de clase superviviente. Aún oponiendo a la idea reaccionaria del "enderezamiento" la idea confusa de los "nuevos partidos", admitía sin embargo que no existían las condiciones históricas y la preparación ideológica para poder constituirlos. Por otra parte, sobre los problemas de "democracia y fascismo", la Liga, en su Declaración de principios, daba una respuesta satisfactoria (aunque después la revisará para apoyar a los republicanos españoles) y no quería contentarse con los "4 primeros Congresos de la IC".

Su colaboración con la Fracción italiana, al significar la ampliación de su base de trabajo, la venida de nuevos elementos que estaban a la expectativa o que provenían del grupo trotskista, determinó una atmósfera de discusión donde se afrontaron los problemas fundamentales del movimiento cornunista, tanto en el terreno internacional como en el terreno específicamente belga. A lo largo de estas discusiones en las que se trataba de la evolución de Rusia y la nueva situación internacional y belga, aparecieron divergencias que, poco a poco, cristalizaron en la oposición entre dos corrientes que, pese a ello, tenían todavía una base de trabajo común.

Sobre Rusia, el problema de la guerra (guerra de Abisinia), sobre la democracia (plebiscito del Sarre), sobre las elecciones, la Izquierda socialista y, por último, sobre el problema del Partido y el proceso de su formación en Bélgica, aparecieron divergencias que fueron recogidas en el Boletín de la Liga y en cuadernos específicos (recogidos parcialmente por Bilan).

Al término de esta evolución, los acontecimientos de España pusieron a ambas corrientes ante la necesidad de expresar políticamente sus divergencias y apareció una oposición de principios. Ante el problema del Estado y del Partido surgieron dos posiciones opuestas, una de las cuales conducía a la guerra imperialista y la otra a la revolución proletaria. La escisión era inevitabte y se realizá.

Ciertamente, en el proceso de evolución de la corriente que iba a formar la Fracción belga, la Fracción italiana intervino activamente, pero lo hizo más bien como acelerador de una tendencia de clase que tendía a afianzarse y como ayuda internacionalista del proletariado italiano al proletariado belga arrastrado al abismo de la guerra imperialista.

Aunque desde el punto de vista formal no existe sucesión histórica entre la Fracción belga y el primer núcleo comunista que formó el Partido, en realidad, desde el punto de vista de la evolución histórica del proletariado sí la hay, puesto que la Fracción actual no es más que el resultado del esfuerzo que el proletariado realiza en todos los países desde 1917: la creación de las bases del Partido de clase.

La Fracción belga, en el no 1 de Communisme (su órgano mensual), publicó una declaración de principios que es su documento base y el punto de partida para la elaboración de su plataforma. Esta declaración se inspira en los mismos principios que la Fracción italiana. En sus Boletines publicó una serie de resoluciones sobre los problemas centrales de la situación actual y en su seno la discusión prosigue sobre un conjunto de problemas de los cuales haremos un análisis en nuestro próximo número.

 

Communisme, no 1, abril 1937

 

Declaración de principios

 

 

I. El Partido es una Fracción del proletariado. En la era de las revoluciones proletarias, el Partido expresa, efectivamente, la conciencia y la capacidad política del proletariado en la fase de flujo revolucionario donde se plantea directamente el problema del poder.

 

La Fracción es un elemento del Partido, orgánica o extraorgánica, según las relaciones entre las clases. Su naturaleza procede de la naturaleza misma del Partido. Al igual que éste, la Fracción no emana únicamente de la voluntad de individualidades revolucionarias, sino que ante todo expresa un producto de la lucha de clases, que surge cuando el movimiento proletario describe una curva descendente. Aparece como una necesidad para asegurar la supervivencia de la función histórica del Partido, cuando éste se convierte en presa del oportunismo.

Cuando el Partido pasa abiertamente al capitalismo, traicionando, la Fracción constituye la base de formación, el núcleo del futuro Partido que retomará la sucesión histórica del Partido extinguido.

En cuanto a su sustancia social, la Fracción, lejos de aislarse de la lucha de clases, permanece estrechamente unida a todas las reacciones proletarias que se producen y se arraiga en el desarrollo posterior de esta lucha. Por su parte, el proletariado, a pesar de la derrota, encuentra en la Fracción el lugar político donde puede concentrar y fortatecer su conciencia de clase, condición para su capacidad de acción en las situaciones maduras del futuro.

La traición de los Partidos de la IIIa Internacional ha fecundado las condiciones históricas para la aparición de nuevos Partidos comunistas. Sin embargo, su creación no depende del libre arbitrio de los comunistas, sino que es el resultado de una maduración de los contrastes sociales, abriéndose la fase de la transformación de las Fracciones en Partidos sobre la base de los nuevos datos históricos que las fracciones han elaborado. En el periodo actual, las fracciones de izquierda viven fundamentalmente una situación análoga a la vivida por las corrientes y las Fracciones de izquierda de la IIa Internacional cuando se desencadenó la guerra imperialista, durante el periodo que va desde la traición de 1914 hasta octubre de 1917, cuando se constituyen las premisas de la nueva Internacional.

Hoy, cuando las Fracciones de izquierda han tenido que romper totalmente con los Partidos de la lIIa Intemacional y la situación les impide actuar como Partidos, están confinadas más o menos exclusivamente en los límites del trabajo teórico, en el seno de una evolución que precipita la sociedad capitalista al abismo de la guerra imperialista.

Además de la formación de los cuadros del futuro Partido, la tarea fundamental de las Fracciones es forjar las armas doctrinales que abrirán un camino a la lucha del proletariado hacia el triunfo de la revolución.

El núcleo surgido de la escision que se realizó en el seno de la Liga de los comunista internacionalistas declara su constitución en Fracción inspirándose en las consideraciones precedentes. Se reivindica del comunismo sobre la base de los principios fundamentales planteados por los dos primeros congresos de la Internacional comunista; en consecuencia, se sitúa en la lucha proletaria como continuidad histórica de la teoría marxista basada en el determinismo económico, el materialismo dialéctico y la lucha de clases. Se afirma en tanto que organismo progresista, asignándose el objetivo central de empujar el movimiento comunista a un estadio superior de su evolución doctrinal, aportando su propia contribución a la solución internacional de los nuevos problemas planteados por las experiencias de la revolución rusa y del periodo de decadencia del capitalismo, solución que la IIIa Internacional, por las condiciones históricas, no pudo elaborar.

Además, la Fracción tiene la tarea de responder a los problemas específicos de la lucha proletaria en Bélgica, en función de los principios generales que sigue la lucha mundial del proletariado.

La Fracción en su trabajo por la reconstrucción del Partido del proletariado y de la Internacional proletaria, se impone como condición fundamental la negativa categórica a unirse, orgánicamente o no, a corrientes políticas históricamente condenadas como fuerzas retrógradas y enemigas: socialdemocracia, Partidos de la IIIa Internacional o bien incluso agrupaciones comunistas que han atterado sus bases políticas e ideológicas uniéndose directa o indirectamente a fuerzas que pertenecen a estas corrientes. En ello, la Fracción salvaguarda su propio desarrollo al mismo tiempo que el triunfo de la revolución proletaria.

La Fracción declara que acepta únicamente afiliaciones individuales sobre la base de una adhesión sin reservas a la presente Declaración de principios.

La Fracción, desde su fundación, marca su posición internacionalista afirmando su voluntad de colaborar en la elaboración del trabajo teórico con todo organismo político que se reivindica del proletariado, siempre que este organismo active en el mismo sentido que la Fracción, tal como se traza en esta Declaración.

Sobre estas bases, y queriendo señalar su firme y resuelta voluntad de contribuir al reforzamiento del proletariado contra la extrema confusión que domina actualmente al movimiento comunista, la Fracción afirma su conjunción internacional con la Fracción italiana, reivindicándose de las posiciones de principio afirmadas más arriba y adoptando la denominación de la Fracción belga de la Izquierda comunista internacional.

Los puntos siguientes establecen las nociones políticas fundamentales llamadas a integrarse en el armazón ideológico y programático de la revolución proletaria.

Las Fracciones comunistas solo pueden forjar el arma teórica indispensable para el triunfo de la revolución a condición de comprender el mecanismo interno de la sociedad capitalista en su fase de declive histórico y de enlazar estrechamente el análisis de los acontecimientos a la significación de la época.

El imperialismo o última etapa del capitalismo ha orientado la evolución social hacia un callejón sin salida. Las fuerzas productivas en su conjunto no pueden desarrollarse más en el marco del sistema capitalista porque han alcanzado el nivel máximo compatible con la naturaleza de este sistema. Dicho de otro modo, la forma socialista de la producción y el modo burgués de producción y distribución de los productos entraron en un conflicto irreductible que alimenta la crisis general de la sociedad burguesa, evolucionando en los límites de un mercado saturado de mercancías.

El reflujo de las fuerzas productivas plantea objetivamente la necesidad de la revolución proletaria y del advenimiento del comunismo al mismo tiempo que abre una fase decisiva de la lucha de clases: "la época de decadencia capitalista es la época de la lucha directa par la dictadura del proletariado.". (2o congreso de la IC).

El antagonismo fundamental entre la burguesía y el proletariado se convierte en el eje de la evolución histórica alrededor del cual gravitan todos los conflictos secundarios, incluidos los conflictos imperialistas. Esto quiere decir que en lo sucesivo la vida de la sociedad capitalista oscila entre las dos salidas abiertas por la evolución de las relaciones sociales: guerra imperialista o revolución proletaria.

La guerra imperialista es el tributo sangriento a la supervivencia anacrónica del capitalismo, mientras el proletariado sea incapaz de imponer su propia solución: el comunismo, mediante su dictadura de clase.

El capitalismo putrefacto solo puede subsistir devorando su propia substancia, provocando enormes pérdidas de trabajo acumulado (paralización de las máquinas, destrucción de los productos, devaluaciones monetarias) y de trabajo humano (paro, utilización para la producción de guerra, etc.).

Cuando la guerra estalla, es porque los contrastes internos de la producción burguesa no encuentran otra salida que, por una parte la destrucción masiva de las riquezas productivas que, puesto que han debido refluir en el marco de las economías de guerra, han engendrado su propia negación transformándose en medio de destrucción; y por otra parte, la masacre del proletariado, antítesis viva de la sociedad capitalista.

Es la naturaleza de esta sociedad, basada en el antagonismo irreductible entre la burguesía y el proletariado la que determina el móvil fundamental de la guerra imperialista y su contenido social, y no la lucha entre los Estados capitalistas o entre fracciones burguesas de un mismo Estado: los antagonismos interimperialistas son solamente la expresión de la contradicción entre la tendencia a la universalidad del sistema y su división en naciones resultante de la apropiación privada de las riquezas.

En la época de la decadencia burguesa, el proletariado debe desolidarizarse con todas las fuerzas dirigidas por el capitalismo o sus agentes democráticos, sea bajo las bandera de la revolución burguesa o de las nacionalidades oprimidas, o de la emancipación nacional de las colonias o del antifascismo y aún del "socialismo en un solo país".

El proletariado reconoce y acepta unicamente la guerra civil desatada por sus propias fuerzas y bajo el control de su Partido de clase, contra el Estado capitalista y por su abolición.

La revolución proletaria tiene como condición objetiva la condena histórica del capitalismo, pero la única fuerza capaz de propulsarla no ha de buscarse en la economía, sino en el terreno político: una sociedad corrupta solo puede caer bajo el empuje de una clase revolucionaria. Forjando su Partido de clase, el proletariado se constituye en esa clase, capaz de abatir a la burguesía, impedir la guerra y la descomposición de la sociedad.

La democracia burguesa es la expresión política del "liberalismo" económico que favoreció la acumulación de capital en la fase ascendente del sistema burgués de producción. Al mismo tiempo, escudándose en la "igualdad" política tendió a ocultar al proletariado, creciente en número y en fuerza política, la realidad de la sociedad dividida en clases. Aunque el proletariado todavía no podía plantear concretamente el problema del poder, sin embargo se opuso al Estado capitalista fundando sus propias organizaciones de clase y, de esta manera, chocaba también contra el principio democrático que constituía el armazón del edificio jurídico-político de la burguesía. Los organismos proletarios de lucha surgían contra la voluntad del Estado democrático y no gracias a la existencia de ese Estado, pero, al mismo tiempo, se dejaban penetrar por la corrupción de la ideología democrática tanto más patente cuanto que se desarrollaba en un ambiente de prosperidad. Por otra parte, el capitalismo podía satisfacer parcialmente las reivindicaciones obreras cuando éstas no amenazaban todavía el funcionamiento mismo del sistema capitalista sino que, por el contrario, podían insertarse en su desarrollo.

Por el contrario, la decadencia del capitalismo no solamente se opone a una elevación (tanto absoluta como relativa) de las condiciones de vida del proletariado, sino que exige la explotación intensiva de éste sobre la base del estrangulamiento de sus luchas.

Para defender sus intereses, el proletariado no puede aferrarse a las instituciones democráticas, ya que no son obra suya, sino de la burguesía y existen en la medida en que impiden al proletariado plantear sus reivindicaciones de clase y adquirir la conciencia política que le haga descubrir la necesidad de destruir el Estado burgués democrático.

La democracia y el fascismo son dos formas de dominación de una misma clase: la burguesía mundial.

Su elección está determinada en función, no de intereses particulares y contradictorios de esta clase, sino de su interés histórico fundamental: aplastar al proletariado.

El proletariado no puede impedir la llegada de la dominación fascista mas que en la medida en que, apoyado sobre sus organizaciones de clase, se opone a la realización del programa capitalista encaminado a su aniquilación en tanto que clase, en la medida en que logra encaminarse hacia su propio objetivo: la revolución comunista.

Las experiencias "democráticas" desde 1918 han demostrado que la defensa de la democracia es la negación de la lucha de clases, es la negación de la conciencia del proletariado y conduce a su vanguardia hacia la traición -hoy consumada- de los Partidos comunistas, no impidiendo la instauración del fascismo allá donde se imponía, sino contribuyendo a ello: la tragedía del proletariado español, lanzado al abismo de la guerra "antifascista", ha marcado con fuego definitivamente, a los defensores, conscientes o no, de la democracia burguesa.

La posición de los comunistas ante los sindicatos está sujeta al criterio central que afirma que el programa de lucha por las reivindicaciones inmediatas debe ser el polo de concentración del proletariado en una fase en que éste no actúa en tanto que clase consciente de sus objetivos históricos y en tanto que este programa aparece como el único que ataca de frente el programa capitalista. La conciencia proletaria puede renacer en la medida en que las batallas económicas parciales se desarrollan hasta alcanzar la fase política superior que plantea el problema del poder. "En la época en que el capitalismo cae en la ruina, la lucha económica del proletariado se transforma en lucha política más rápidamente que en la época del desarrollo pacífico del régimen capitalista. Todo conflicto económico importante puede suscitar en los obreros la cuestión de la revolución. (IIo Congreso de la IC).

Los comunistas tienen el deber de militar en los sindicatos reformistas que son actualmente las únicas organizaciones unitarias de masas. Pero los comunistas legitimarán su presencia en los sindicatos a condición de no tener que sacrificar su actividad, salvaguardía de la lucha proletaria.

Los sindicatos fascistas no son organizaciones obreras sino creaciones del capitalismo que impiden el trabajo revolucionario.

Cuando el arma económica de los proletarios ha sido aniquilada por el fascismo, los comunistas tienen el deber de tratar de constituir nuevos sindicatos de clase. No obstante, estos no pueden surgir sino de la transformación de las relaciones sociales.

Igualmente, un nuevo tipo de organización unitaria no puede ser un producto artificial, sino un fenómeno social que surge de situaciones revolucionarias en que el proletariado se encamina hacia la instauración de su propio poder y se ve empujado a crear los organismos de base como los Soviets. La Revolución de octubre 1917, con sus rasgos fundamentales, determina el contenido de las revoluciones proletarias posteriores.

En el desarrolto de la lucha de clases, representa la continuidad progresiva de la Comuna de París y de la Revolución Rusa de 1905 y aporta la prueba histórica viva de las premisas teóricas siguientes:

a) la revolución proletaria sólo se realiza con la destrucción del Estado capitalista y la fundación del Estado proletario, que es inevitable en la fase de transición entre el capitalismo y el comunismo

b) para lograr su objetivo histórico -la extinción de las clases- el proletariado debe instaurar su propia dictadura bajo la dirección de su Partido de clase.

 

Como el Partido no es mas que la Fracción más consciente del proletariado, no tiene intereses diferentes de los de la clase, sino que expresa los intereses del conjunto de esta clase, su finalidad social. Por definición, como desde el punto de vista de la realidad histórica, hay una identificación absoluta entre dictadura de clase y dictadura del Partido.

Por el contrario, existe una oposición irreductibte entre dictadura proletaria y dictadura del Estado.

El proletariado sólo puede salvaguardar su dictadura de clase y en consecuencia su programa histórico sometiendo al Estado a la realización de éste programa.

La degeneración proletaria encuentra su terreno específico no en la dictadura del Partido, sino en la incorporación del Partido al aparato del Estado. Por el contrario, el contenido positivo de las revoluciones proletarias reside en la desaparición del Estado y no en el desarrollo de sus órganos de coerción y represión.

Una de las tareas esenciales de las Fracciones comunistas es elaborar una solución de principios a la cuestión capital de la gestión de un Estado proletario, solución que los bolcheviques no pudieron aportar por falta de materia experimental

Las enseñanzas sacadas de la revolución rusa proporcionan desde ahora los datos siguientes del problema:

a) La revolución proletaria no puede seguir un curso autónomo basado en las particularidades del medio geográfico y social. No es la resultante de las premisas materiales desarrolladas en el país en el que surge, sino producto de una maduración política de los antagonismos de clase y, ello, a escala internacional. El criterio de madurez económica o cultural es inadmisible tanto para los países de desarrolto superior como para los países atrasados. La madurez de la revolución proletaria viene dada por la época histórica tal como la hemos definido en el segundo punto.

b) La revolución proletaria se desencadena en el terreno nacional, pero no puede desarrollarse sino se inserta en la lucha del proletariado mundial y pone al Estado proletario al servicio de ésta lucha. La afirmación central del marxismo de que la revolución política debe preceder a la revolución económica no adquiere su pleno significado mas que en el terreno internacional, sobre la base de un aplastamiento político del capitalismo, al menos en sus centros vitales;

c) El socialismo mundial, prólogo del comunismo, no puede ser la yuxtaposición de economías socialistas "nacionales", sino la expresión de la división internacional del trabajo tal como ha surgido del desarrollo capitalista, una organización unitaria compuesta por sectores interdependientes y solidarios.

d) Incluso tras la fundación del Estado proletario y hasta el triunfo de la revolución mundial, las leyes de la productión capitaIista continúan cumpliéndose -en mayor o menos grado- en el seno de este Estado, bajo la presión de las clases enemigas expropiadas pero no destruidas y del capitalismo mundial. Este no puede ser vencido en el terreno de la competencia económica, sino en el terreno político, a través de la exacerbación de la lucha mundial de clases. A ésta deben subordinarse las tareas de un proletariado victorioso en relación a su propia economía. Los límites del programa económico están trazados por el lugar específico que ocupará la economía proletaria en la organización socialista mundial.

e) Además, el contenido social de la revolución no se mide esencialmente por el desarrotlo de las fuerzas productivas sino por el móvil y el destino de la producción y el grado de satisfacción de las necesidades de las masas.

 

La URSS, rompiendo con el proletariado mundial sobre la bases del socialismo nacional ha imprimido a su economía un curso capitalista, dirigiéndose hacia la salida de la guerra imperialista: la industrialización soviética se traduce por la edificación de una economía de guerra.

El deber de las fracciones comunistas es el de rechazar la defensa -incluso condicional- de la URSS, instrumento del imperialismo mundial.

 

Octobre no 3, abril 1938

 

Manifiesto del Buró internacional

de las Fracciones de izquierda

 

¡Contra la guerra imperialista!

¡Por el derrotismo revolucionario!

¡Por la revolución mundial!

 

 

¡ProIetarios de España!

¡ProIetarios de Francia!

¡Proletarios del mundo entero!

 

"Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en una Santa alianza para conjurar este fantasma" (Manifiesto comunista, febrero 1848).

En 1848 la vieja Europa se unió para conjurar el espectro del comunismo. En 1938, la vieja Europa se une de nuevo contra esta persistente obsesión. Vana esperanza, pues el Comunismo reaparece cada vez más amenazante y la producción de guerra, el único mercado que le queda abierto al capitalismo, sufre a su vez las leyes antagónicas del régimen: por un lado, los medios de destrucción no hacen más que acumularse, mientras que, por otro lado, los millones de proletarios esclavizados a traición por la producción de guerra, no reciben mas que una parte insignificante del valor del trabajo que consagran a forjar los instrumentos de su destrucción, mientras que la industria de consumo, la única que responde a las aspiraciones de la humanidad, se convierte, en realidad, en el apéndice de la industria de guerra y se degrada cada vez más con la introducción de los sucedáneos.

En otro tiempo, los contrastes del régimen encontraban en las crisis cíclicas y las guerras de expansión en las colonias los elementos reguladores que abrían a la burguesía nuevas y amplias perspectivas de explotación y dominación. Actualmente, las guerras de Etiopía, de España y de China, aparecen como recursos que no tienen otra facultad que la de acumular todavía más materiales explosivos. En lo sucesivo, la guerra, localizada o generalizada, no puede resolver los conflictos resultantes de una producción que ha alcanzado proporciones incompatibles con el modo de distribución capitalista. Cada momento de la vida del capitalismo evoca, con la muerte cotidiana de miles de obreros en la guerra, el fantasma del comunismo: cada rama de la economía de guerra evoca este fantasma contra el que se unen todas las fuerzas del capitalismo mundial.

 

¡Proletarios!

La guerra de 1914-18 marcó el punto final de la fase de expansión del régimen capitalista; la decadencia de la sociedad burguesa colocó a los Estados "vencedores" ante la necesidad de proporcionar a los Estados vencidos los medios económicos, políticos y militares para derrotar al proletariado revolucionario, que ante la dislocación del aparato capitalista de estos países, podía encontrar una salida hacia el desarrollo de estos movimientos insurreccionales.

Así pués, sobre los cadaveres de los espartaquistas y los de la revolución alemana de 1923, los verdugos social-demócratas hacen la cama al fascismo. En el ámbito diplomático, en la Sociedad de las Naciones se representaba la comedia pacifista del desarme. Los unos, arguyendo que el desarme pasaba porta seguridad y el arbitraje, se rearmaban "a la espera" de que tal seguridad existiera. Los otros, pretextando la imposibilidad de asegurar la seguridad sin el desarme, se proponían demostrar la inevitabilidad de su propio rearme. Y la conferencia del Desarme mantenía la utopía de controlar y limitar la producción de guerra. Pero las leyes que gobernaban el funcionamiento de la economía capitalista debían, en la exasperación de la crisis. mundial, demostrar la inanidad de este absurdo proyecto y, uno tras otro, todos los tratados interimperialistas se disgregaron para asignar finalmente a las armas un lugar preponderante enta actividad social. Cuando sonó la hora de la masacre en España y en China, el capitalismo se abalanzó hacia estos mercados de guerra, ya sea para lanzar sobre ellos armas y carne de cañón (Italia, Alemania, URSS), ya sea para dar salida a las materias primas y el capital (Inglaterra, Francia, USA). Buena ocasión también para la burguesía mundial de manifestar su solidaridad de clase.

Cuando en agosto de 1936 el "socialista" Blum tomó la iniciativa de crear el Comité llamado de "no-intervención., se trataba de una medida que respondía a los intereses de clase del capitalismo. El "comité de los negocios" de la burguesía mundial vetó por la defensa del régimen y todas las mascaradas de control, en definitiva, no tuvieron más que un fin: permitir a los diferentes capitalismos desviar y engañar a los proletarios; ocuttar la situación real a la que habían tanzado a los obreros: su masacre en España y en China, su adhesión al pieno desarrollo de la economía de guerra en todos los países.

En Alemania e Italia, donde la economía de guerra no dejaba mas que un margen infimo a la industria de consumo, Hitler y Mussolini sustituyeron la mantequilla por cañones al grito de "la guerra contra el bolchevismo" en España y la "reparación de las injusticias de Versalles".

En Francia, al grito de "arrnas y aviones para España", el capitalismo pudo romper la ola de huelgas. Inmediatamente después, los proletarios fueron conquistados por la idea de que su suerte dependía de la masacre de sus hermanos de clase erigidos en "fascistas".

En Rusia, había llegado la hora en que la evolución económica exigía pasar a la masacre de todos los que, habiendo participado en la revolución de Octubre, podían representar para las masas el estandarte que les hiciera oponerse a su ignominiosa explotación, haciéndoles recordar el camino de clase para defender, con sus intereses inmediatos, la causa de la revolución rusa y mundial. Al grito de "no pasarán!", de la intervención activa en España, Stalin pudo proceder a los asesinatos sucesivos de los artífices de la revolución de Octubre.

En España, a las carnicerías en los frentes militares, se añade, por ambos lados de la barricada, una reacción feroz dirigida contra los obreros que no se pliegan a las necesidades de la Unión Sagrada.

 

¡ProIetarios!

Al mismo tiempo que los bandidos imperialistas daban vida a la Sociedad de Naciones, los proletarios rusos que en Octubre de 1917 habían destruido el aparato de dominación del capitalismo, el Estado, fundaban con las minorías proletarias de los diferentes países la Internacional cornunista, el instrumento llamado a dirigir la revolución mundial.

El proceso que conducía a la constitución de la Internacional se oponía enérgicamente al otro que concluía con Versalles. Esta oposición, que era el eje de todas las situaciones posteriores, podía conducir a la victoria mundial del proletariado: las batallas revolucionarias de 1923 en Alemania, de 1927 en China, las luchas gigantescas que agitaron todo el periodo de la post-guerra.

Pero no fue así, e inmediatamente después de su fundación, la Internacional Comunista, adoptando una política que en absoluto correspondía a la que llevó a los obreros rusos a la victoria en Octubre de 1917, cayó en una doble cadena de concesiones políticas: compromisos en el interior de cada país con los traidores de ayer, bajo el pretexto de aumentar las posibilidades materiales. En el terreno internacional, el Estado proletario contaba con afianzar su defensa, en lo sucesivo, sobre la explotación de los conflictos interimperialistas, en razón del reflujo revolucionario en los otros países.

Pero las batallas revolucionarias que se creían concluidas cuando se vio el compromiso como una necesidad, volvieron a aparecer enseguida, en tanto en Alemania y en China, la Internacional del frente antiversalles, en lugar de constituir el frente proletario para el asalto del poder bajo la dirección exclusiva del Partido de clase, reivindicó la coalición con la socialdemocracia, la lucha anti-imperialista y la unión con el Kuomingtang. De ahí, la contraposición: los obreros rusos, puesto que permanecieron en su terreno de clase, ganaron la batalla de 1917, mientras que los obreros alemanes y los trabajadores chinos, arrastrados al frente opuesto, perdieron la batalla y de su derrota surgieron Hitler y Chiang-Kai-Check.

El hilo conductor de la historia empalma todas las derrotas proletarias. El error inicial de la IIIa Internacional, que se afirma como una fatalidad histórica, desarrolla la cadena de otros "errores" que conducen a la hecatombe de los proletarios.

La oposición entre Octubre de 1917 y la situación actual viene expresada por la oposición entre los bolcheviques internacionalistas y los agentes del capitalismo: fascistas, demócratas, centristas, anarquistas, trotskistas y "comunistas de izquierda". Los proletarios que luchan hoy contra la guerra imperialista, por la fraternización y el derrotismo, son los únicos que siguen unidos a los internacionalistas de 1917. Por el contrario, los que, consciente o inconscientemente, encubren o ignoran las faltas garrafales, se alinean con el enemigo, se convierten en sus agentes e instrumentos de la confusión ideológica que permite al fascismo y al Frente popular oponer el escollo sangriento de la guerra contra la marcha hacia la revolución.

 

¡Proletarios!

El capitalismo ha logrado pulverizar vuestra conciencia de clase y poneos ante la imposibilidad de discernir, en la amalgama de ideologías burguesas, lo que responde verdaderamente a vuestros intereses, que es vuestra propia obra, edificada en el seno de las fracciones de izquierda. Las banderas enarboladas en vuestras manifestaciones y luchas son levantadas por agentes del capitalismo que desvían vuestras batallas de sus objetivos de clase. Cuando llega el momento de consumar la traición, como en España, repiten las acciones de 1914 y os llaman a matar a vuestros hermanos. Los socialistas os aturden con sus llamamientos para la ayuda a los republicanos de España, explotan vuestra legitima indignación contra los bombardeos de mujeres y niños para conseguir por la fuerza vuestro consentimiento a la masacre de trabajadores marroquíes, italianos y alemanes; para ocultaros mejor las víctimas de las represiones del Frente popular en Barcelona; para que os limitéis a una desaprobación platónica de los asesinos de Moscú, que deben permanecer en el frente único de la "guerra antifascista". "¡Silencio en las filas!", ésta es la consigna que explotan los asesinos centristas para continuar tranquilamente su tarea homicida en Rusia.

Los trotskistas depositan su ofrenda sobre el altar de la patria capitalista: "Cumplid con vuestro deber en la lucha contra Japón", dijeron a los trabajadores chinos; "porque de la derrota de Japón surgirá la revolución en China" (!).

Los anarquistas de nuevo solicitan con insistencia carteras ministeriales en la Unión Sagrada de Barcelona, a despecho de la masacre de numerosos obreros y campesinos que han caído víctimas de una ideología contra-revolucionaria.

Los "Comunistas de izquierda’., a quienes la situación no pone todavía en primer piano, participan en el concierto de los traidores. AIlá donde la guerra no ha entrado en acción, ellos son la "anti-defensa nacional", pero allá donde la guerra arrasa cientos de millares de obreros, son unos intervencionistas empedernidos, pues para ellos la revolución no es la negación de la guerra antifascista, sino que sería la hija legitíma de la "victoria" contra los fascistas.

 

¡ProIetarios!

Las fracciones de izquierda, al trabajar en un terreno propicio a la fecundación de las posiciones de clase, fueron los únicos organismos que desde julio de 1936 alertaron al proletariado español sobre el significado real de la guerra antifascista.

Inspirados en los criterios decisivos de la revolución rusa para desgajar mejor una crítica implacable de los inevitables errores de los bolcheviques ejercida por los acontecimientos mismos, las Fracciones de izquierda estaban en condiciones de poder denunciar la naturaleza imperialista de la guerra de España, pues ésta no se orientaba hacia la destrucción del Estado capitalista sino más bien hacia su consolidación contingente, caracterizada por las "socializaciones" y los golpes temporales a la propiedad privada.

No es casual que sólo las fracciones de izquierda se mantengan en pie en medio del hundimiento de las organizaciones que, tras haber pertenecido al proletariado, ya no son mas que piezas del sistema capitalista. Solo ellas aseguran, hoy en día, la continulidad de la vida proletaria y no flaquearán en su tarea de ser la expresión de la clase revolucionaria hasta que la situación permita de nuevo a las masas proletarias pasar a la lucha insurreccional por la destrucción del Estado capitalista.

 

¡ProIetarios de España!

Desde hace casi dos años, cada batalla es una hecatombe de vuestras vidas, cada punto de España está regado con vuestra sangre. Para conquistar Teruel ha sido sacrificada la parte más ardiente de vuestra clase.

Desde hace casi dos años vuestros cadáveres se esparcen por los campos y las ciudades de España, al grito de "muerte a los fascistas" o "muerte a los rojos". Millares de los vuestros han caído mientras generales, ministros, fascistas, creadores del frente popular, explotaban vuestros sacrificios estériles.

Del mismo modo, el capitalismo internacional especulaba con vuestros cadáveres para intensificar su producción de guerra y cimentaba en todos los países la unión sagrada.

Arrastrados al ciclón de la guerra, ha faltado la solidaridad real del proletariado internacional, porque también él ha sido aprisionado por el capitalismo creyendo que vuestra salvación no dependía de su lucha contra cada burguesía nacional, sino de hacer bloque con ella a fin de asegurar la victoria militar de una u otra de las dictaduras capitalistas.

Las Fracciones de la izquierda comunista que se han mantenido fieles a los principios del internacionalismo y que los agentes del capitalismo han condenado, eventualmente, a la impotencia, os saludan, trabajadores españoles, los que sufrís la más cruel de las experiencias del proletariado internacional, pero de la que saldrán lecciones decisivas para la revolución.

¡ProIetarios de Francia!

En España fue breve el periodo que permitió a los obreros luchar en un frente de clase. Inmediatamente surgió la carnicería imperialista que todavía hoy dura y a la que el proletariado sólo puede responder con la fraternización de todos los explotados por una lucha común contra toda la clase capitalista.

Las circunstancias particulares que predominan en la evolución del capitalismo francés le imprimen una cadencia mucho menos brutal. Por ello asistís actualmente al encabalgamiento de dos cursos contradictorios: uno que teniendo como fuente vuestras reivindicaciones inmediatas y las luchas que lleváis a cabo por ellas, se dirige contra el Estado y un aparato gubernamental cualquiera que sea su etiqueta; y el otro, que desvía estas mismas reivindicaciones de sus objetivos de clase para soldarlas a la guerra imperialista de España y a la producción de guerra.

Depende de vuestra clarividencia política que vuestras batallas os lleven a la liberación y no al exterminio.

Desde 1936 el capitalismo os ha hecho creer que el Frente poputar es el arma de vuestra salvación, que las fronteras de la República burguesa son vuestras propias fronteras, que la Marsellesa es el himno de vuestra liberación, que los "cañones por España" conducen, no a la masacre de vuestros hermanos de clase, sino a la liberación de los trabajadores españoles.

Esa terrible mistificación parece haber logrado su objetivo. En cada ocasión sois víctimas del chantaje que ejerce sobre vosotros el capitalismo: para mantener "vuestro" gobierno en el poder vosotros debéis alterar vuestras reivindicaciones, subordinar vuestro sindicato al Estado, tolerar el funcionario policial que vigilará los escrutinios para la huelga y fichará a los "instigadores", abandonar vuestros actos sacrilegos respecto a la propiedad privada, renunciando a ocupar las fábricas, dando vuestra colaboración entusiasta a la economía de guerra. Y cada vez que, bajo la presión de los traidores, cedéis al chantaje aceptando el pacto que consiste en subordinar vuestro nivel de vida al mantenimiento del gobierno de Frente popular, se dan las condiciones para que el capitalismo, o bien se decida a lanzar una ofensiva abierta contra vuestra clase, poniendo en acción el parapeto del Frente popular, o incluso bajo su dirección incustre todavía más este Frente popular en la Unión sagrada bajo el signo de su gobierno de "unanimidad nacional" o de "salud pública".

Las vicisitudes de estos dos últimos años prueban que vuestra capacidad de lucha es grande y que el capitalismo dificilmente podría dar en el clavo si no recurriese a una dictadura disfrazada con la máscara del Frente popular.

¡Pero tened cuidado! ¡El enemigo acecha!". Lo que ha ocurrido además demuestra que vuestro frente de lucha, si sigue manipulado por movimientos sin salida, puede disiparse en el desaliento, agotando vuestras mejores energías y abriendo el flanco al ataque directo del capitalismo.

¡Una cosa importa!: Vuestras luchas reivindicativas no pueden sacarse del contexto social que les rodea. Dicho de otra manera, para adquirir una función de clase, deben unirse a la lucha contra la guerra, guerra que está haciendo estragos en España y en China, así como contra el mecanismo de guerra que el capitalismo os invita a llevar a cabo para machacarnos mejor en el futuro. Si no hacéis esto, la nación unificada. os absorberá para la guerra y dejaréis de ser la clase proletaria.

¡ProIetarios do todos los países!

¡Son numerosas las hipótesis para explicar las situaciones actuales, pero para el capitalismo no hay más que un enemigo, no hay más que una fuerza de salvación para la humanidad: el proletariado! Bien sea que asistimos a una ampliación de la tendencia que lleva a la localización de los conflictos imperialistas y a la generalización de pactos interimperialistas sobre la base de una solidaridad de los Estados "ricos" que se ejerce en beneficio de los Estados "pobres"; o bien que, después de la guerra italo-etíope, hayamos entrado en una verdadera conflagración internacional en que los Estados fascistas aparecerían actualmente como los vencedores mientras que, probablemente, todos sufrirían la derrota final, como fue el caso de 1914-1918. O bien que se trate hoy de un gran ensayo general de la próxima conflagración mundial. Ya sea, por último, que asistiéramos a una evolución del capitalismo mundial orientado, a través de la acción conjugada del exterior y del interior, hacia el establecimiento de regimenes de terror fascista en todos los países.

Para cada una de estas hipótesis los hechos demuestran, con marcas sangrientas, que el único reto en estas situaciones es el proletariado y la lucha que lleva a cabo por el comunismo. La violencia misma con que el enemigo debe pasar al ataque demuestra -con elocuencia- que las bases objetivas para el triunfo del socialismo están en el seno de la sociedad capitalista. Y no es posible ningún otro paralelismo entre las reacciones violentas de antaño y las que ensangrientan el mundo desde hace casi veinte años.

El capitalismo, que ha llegado a tener que regular las situaciones conjurando a los ciclones y a las tempestades, ya no puede dar marcha atrás.

Para doblegar al proletariado austriaco, Schusschnigg no disponía de fuerzas suficientes y Hitler, yendo en su auxilio, no sólamente ha trastocado profundamente el equilibrio interimperialista, sino también el ambiente social de todos los países.

Para masacrar al proletariado español es necesario el ataque simultáneo del capitalismo de todos los países.

En el seno de cada sector nacional, el capitalismo ya no encuentra la posibilidad de desviar a los obreros de la vía de clase a que les tanza la situación, necesita importar de España las "drogas" que le permitirán retrasar la eclosión de los movimientos revolucionarios.

En 1848 el Manifiesto comunista de Marx proclamaba: "Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y sus propósitos. Proclaman abiertamente que sus objectivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Que las clases dominantes tiemblen ante la idea de una Revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella mas que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar. ¡Proletarios de todos los países, uníos!"

Ochenta años más tarde, las Fracciones de la Izquierda comunista retoman la proclama del Manifiesto comunista, midiendo la temperatura revolucionaria actual con el termómetro infalible de la violencia de los acontecimientos actuales. Animan su pasión revolucionaria con un conocimiento profundo de la situación y afirman esta firme convicción de que al grito del enemigo: "Proletarios, mátaos entre vosotros"; debe ser responderse por la fraternización de los obreros del mundo entero por la revolución mundial!

 

¡Proletarios!

¡La derrota militar, económica y política de vuestro enemigo es la salvación de vuestra clase!

¡El Partido de clase es vuestro cerebro, vuestra obra, el instrumento de vuestra victoria! ¡Las Fracciones de izquierda son su condición indispensable!

¡Viva la fraternización de los explotados de todos los países!

¡Viva el derrotismo revolucionario!

¡Viva la revolución mundial!

 

Buró internacional de las Fracciones de la Izquierda comunista

 

Bilan no 13 (diciembre 1934)

Fascismo democracia: comunismo

 

La cuestión central que hoy día se le plantea al movimiento obrero es su actitud respecto a la democracia, o precisando más, la necesidad de defender o no las instituciones democráticas amenazadas por el fascismo al mismo tiempo que éste procede a la destrucción de las organizaciones proletarias. La solución más simple a esta cuestión -como a otras- no es la más clara, puesto que de ningún modo responde a la realidad de la lucha de clases. Por paradójico que pueda parecer a primera vista, el movimiento obrero solo conseguirá preservar realmente sus organismos del asalto de la reacción a condición de mantener intactas sus posiciones de lucha, de no unirtas a la suerte de la democracia y de librar la batalla contra el ataque fascista al mismo tiempo que Ileva adelante la lucha contra el Estado democrático. En efecto, una vez establecida la comunión entre el movimiento obrero y las instituciones democráticas se da la condición política para el desastre completo de la clase obrera, puesto que el Estado democrático encuentra en la aportación de las masas obreras, no una posibilidad de vida o de persistencia, sino la condición necesaria para transformase en un régimen de autoridad, o la señal de su desaparición con el fin de ceder su puesto a la nueva organización fascista.

Si se considera la situación actual al margen de su conexión con las situaciones que le han precedido y que le sucederán, si se considera la posición actual de los partidos políticos sin vincutarlos al papel que han jugado en el pasado y al que jugarán en el futuro, se desplazan las circunstancias inmediatas y las fuerzas políticas actuales del medio histórico general, lo que permite fácilmente presentar la realidad así: el fascismo pasa al ataque, el proletariado está pienamente interesado en defender sus libertades, y por ello resulta necesario establecer un frente de defensa de las instituciones democráticas amenazadas. Pintada con un tinte revolucionario, esta posición se presenta bajo el barniz de una pretendida estrategía revolucionaria, preciándose además de ser fundamentalmente "marxista". A partir de aquí, el problema se plantea de esta forma: se manifiesta una incompatibilidad entre la burguesía y la democracia, en consecuencia, el interés del proletariado por defender las libertades que le otorga ésta última prevalece naturalmente sobre sus intereses específicamente revolucionarios y la lucha por la defensa de las instituciones democráticas se convierte así en una lucha anticapitalista!

En la base de estas proposiciones existe una confusion evidente entre democracia, instituciones democráticas, libertades democráticas y posiciones obreras a las que erróneamente se llama "libertades obreras". Constataremos tanto desde el punto de vista teórico, como desde el punto de vista histórico, que entre democracia y posiciones obreras existe una oposición irreductible e irreconciliable. El movimiento ideológico que ha acompañado la ascensión y la victoria del capitalismo se situa y se expresa, desde el punto de vista económico y político, sobre una base de disolución de los intereses y de las reivindicaciones particulares de las individualidades, las comunidades y sobre todo de las clases, en el seno de la sociedad. Aquí la igualdad de los componentes sería posible precisamente porque los individuos confían su suerte y su custodia a los organismos estatales que representan los intereses de la colectividad. Es útil señalar que la teoría liberal y democrática supone la disolución de agrupaciones, de categorías establecidas de "ciudadanos", los cuales tendrían interés en ceder espontáneamente una parte de su libertad para recibir en compensación la salvaguardia de su posición económica y social. Esta cesión se haría en beneficio de un organismo capaz de regularizar y dirigir el conjunto de la colectividad. Y si bien las constituciones burguesas proclaman los "derechos del hombre" y contienen igualmente la afirmación de la "libertad de reunión y de prensa", no reconocen de ningún modo las agrupaciones de categoría o de clase. Estos ‘derechos’ están considerados exclusivamente como atribuciones otorgadas al "hombre", al "ciudadano" o al "pueblo", que deberán hacer uso de ellos para permitir el acceso de las individualidades a los organismos del Estado o gobierno. La condición necesaria para el funcionamiento del régimen democrático reside pues, no en el reconocimiento de los grupos, de sus intereses o de sus derechos, sino en la fundación del organismo indispensable para guiar a la colectividad, que debe transmitir al Estado la defensa de los intereses de cada unidad que la constituye.

La democracia solo es posible condición de impedir a los "ciudadanos" que recurran a otros organismos aparte de los regidos y controlados por el Estado. Se podría objetar que las libertades de reunión, de prensa y de organización pierden todo su significado desde el momento en que se hace imposible hacer triunfar, a través de ellas, una reivindicación determinada. Aquí entramos en el terreno en que la crítica marxista muestra cómo tras la máscara democrática y liberal se esconde en realidad la opresion de clase, y que hizo afirmar con tanto acierto a Marx que el sinónimo de "Libertad, igualdad y fraternidad" es "infantería, caballería, artillería". Al contrario, hoy no se trata tanto de demostrar la inconsistencia de la base supuestamente igualitaria de la democracia, sino de poner al descubierto cómo pretenden ligar la expansión de los organismos obreros a la defensa de ésta.

Ahora bien, tal como lo hemos explicado, la condición de vida del régimen democrático consiste precisamente en impedir el poder a algunas agrupaciones en particular en nombre del interés de las individualidades así como de la sociedad. La fundación de una organización obrera conlleva directamente un ataque a la teoría de la democracia y por este motivo es caracterIstico constatar que, en el periodo actual de degeneración del pensamiento marxista, el solapamiento de las dos Internacionales (la de los traidores y la de los futuros traidores) se hace precisamente sobre la base de la defensa de la democracia, de donde derivaría la posibilidad de existencia e incluso de desarrollo de organismos obreros.

Desde el punto de vista histórico la oposición entre "democracia" y organismos obreros se manifiesta de una forma sangrienta.

El capitalismo inglés se fundé en el siglo XVII, pero fue mucho más tarde cuando el movimiento Cartista arrebató a fuerza de luchas el derecho de organización de la clase obrera. En todos los países los obreros obtendrán esta conquista únicamente a base de fuertes movimientos que continuamente fueron objeto de la represión sangrienta de los Estados democráticos. Es totalmente exacto que antes de la guerra, y más concretamente hasta los primeros años de nuestro siglo, los movimientos de masas destinados a fundar los organismos independientes de la clase obrera estaban dirigidos por los Partidos socialistas hacia la conquista de los derechos que permitieran a los obreros acceder a las funciones gubernamentales o estatales. Ciertamente esta cuestión fue la más debatida en el seno del movimiento obrero; su expresión más concluyente se haiba sobre todo en la teoría reformista que, bajo el estandarte de la penetración gradual del proletariado en la fortabeza del enemigo, en realidad permitió a este último -y 1914 representa la conclusion de este balance de revisión marxista y de traición- corromper y someter a sus propios intereses al conjunto de la clase obrera.

En la lucha contra lo que comunmente se llama el "bordiguismo", se plantea con frecuencia por necesidades de la polémica (que generalmente son las necesidades del enredo y de la confusión), que tal o cual movimiento tuvo como objetivo la conquista del sufragio universal, o bien ésta o aqueita revindicación democrática. Esta manera de interpretar la historia es muy similar a la que consiste en explicar los acontecimiento, no determinado su causa en función de las clases antagonistas y los intereses específicos que les oponen realmente, sino basándose simplemente en las siglas inscritas en las banderas que ondeaban por encima de las masas en movimiento. Esta interpretación, que por otra parte no tiene más que un valor puramente acrobático en el que se compiacen los pretenciosos que pueblan el movimiento obrero, se desvanece inmediatamente si se plantea el problema en términos realistas. En efecto, no se pueden comprender los movimientos obreros mas que en la linea de su ascensión hacia la liberación del proletariado. Si por el contrario se les situa en la vía opuesta que conduciría a los obreros a conquistar el derecho de acceder a funciones gubernamentales o estatales, nos situaríamos directamente sobre el mismo camino que condujo a la traición de la clase obrera.

De todas maneras, los movimientos que tenían por objetivo la conquista del derecho de voto, podían llevar a cabo esta reivindicación y de una forma duradera, porque en definitiva, lejos de quebrantar al sistema democrático, no hacían mas que introducir al propio movimiento obrero en su mismo juego. Las miserables hazañas de los obreros que llegaron a puestos gubernamentales son de todos conocidas: los Ebert, Scheidemann Henderson, etc., demostraron claramente lo que es el mecanismo democrático y la capacidad que tiene para desatar las más implacables represiones contrarevolucionarias. Es totalmente distinto lo que concierne a las posiciones de clase conquistadas por los obreros. Aquí no es posible ninguna compatibildad con el Estado democrático; al contrario, la oposición irreconcihable que refleja el antagonismo de clases se acentúa, se agudiza y se amplifica, y la victoria obrera será conjurada gracias a la política de los dirigentes contrarevolucionarios.

Estos últimos desnaturalizan el esfuerzo realizado por los obreros para crear sus organismos de clase, los cuales no pueden ser sino el fruto de una lucha sin piedad contra el Estado democrático. El triunfo proletario solo es posible en esta dirección. Cuando las masas obreras son seducidas por la política de los dirigentes oportunistas, terminan por ser arrastradas al pantano democrático. Ahí no son mas que un simple peón de un mecanismo que se hace tanto más democrático cuanto consigue anular todas las formaciones de clase que representan un obstáculo para su funcionamiento.

El Estado democrático que acciona este mecanismo llegará a hacerlo funcionar "igualitariamente" sólo a condición de tener ante si, no categorías económicas antagonistas agrupadas en distintos organismos, sino "ciudadanos" iguales (!) entre sí que se reconocen de posición social similar para atravesar juntos los multiples caminos que acceden al ejercicio del poder democrático.

Hacer la crítica del principio democrático con el fin de demostrar que la igualdad electoral no es más que una ficción que oculta los abismos que separan a las clases en la sociedad burguesa, excede el marco de este artículo. Lo que nos interesa aquí es poder poner en evidencia que entre el sistema democrático y las posiciones obreras existe una oposición irreconciliable. Cada vez que los obreros han llegado a imponer -a costa de luchas heroicas y de sacrificar sus vidas- una reivindicación de clase al capitalismo, han atizado un peligroso golpe a la democracia, de la que sólo el capitalismo se puede reivindicar. Al contrario, el proletariado encuentra la razón de su misión histórica proclamando la mentira del principio democrático, en su propia naturaleza y en la necesidad de suprimir las diferencias de clases y las clases mismas. Al final del camino que recorre el proletariado a través de la lucha de clases no se había el régimen de la democracia pura, pues el principio sobre el que se basará la sociedad comunista es el de la inexistencia de un poder estatal dirigente de la sociedad, mientras que la democracia se inspira absolutamente en ello y en su expresión más liberal, se esfuerza continuamente por lanzar al ostracismo a los explotados que osan defender sus intereses con la ayuda de sus organizaciones en lugar de permanecer sumisos a las instituciones democráticas creadas con el único fin de mantener la explotación de clase.

Tras haber situado en su marco normal el problema de la democracia -no vemos realmente cómo sería posible para los marxistas hacerlo de otra manera- es posible comprender los acontecimientos de Italia, de Alemania, lo mismo que las situaciones que vive actualmente el proletariado en los diferentes países y en particular en Francia. A primera vista, el dilema en el que esc sittían estos acontecimientos consiste en la oposición "fascismo-democracia", o, para utilizar términos corrientes, "fascismo-antifascismo".

Los estrategas "marxistas’ dirán para colmo que la antítesis sigue siendo la existencia de dos clases fundamentalmente opuestas, pero que el proletariado tiene la ventaja de aprovechar la oportunidad que se le ofrece y de presentarse como la figura principal de la defensa de la democracia y la lucha antifascista. Ya hemos puesto en evidencia la confusión entre democracia y posiciones obreras que está en la base de ésta política. Ahora nos falta explicar por qué el frente de defensa de la democracia en Italia -al igual que en Alemania- no representó, a fin de cuentas, mas que una condición necesaria para la victoria del fascismo. Pues lo que impropiamente se llama "golpe de Estado fascista’, solo es en definitiva, un trasvase de poder, más o menos pacifico, del gobierno democrático al nuevo gobierno fascista. En Italia un gobierno en el que están los representantes del antifascismo democrático cede el paso a un ministerio dirigido por los fascistas que tendrá una mayoría asegurada en este parlamento antifascista y democrático, cuando sin embargo los fascistas no tenían mas que un grupo pariamentario de cuarenta representantes sobre 500 diputados. En Alemania, el antifascista Von Schleicher cede el paso a Hitler, llamado, por otro lado, por otro antifascista, Hindenburg, el elegido de las fuerzas democráticas y socialdemócratas. En Italia y en Alemania, en la época de la conversión de la sociedad capitalista al fascismo, la democracia no se retira inmediatamente de la escena política, sino que mantiene una posición política de primer orden: en efecto, si permanece en el gobierno, no es con el fin de representar en él un centro de reunión para romper el curso de las situaciones que desembocarán en la victoria fascista, sino para permitir el triunfo de Mussolini y de Hitler. En Italia, además, después de la marcha sobre Roma, y durante varios meses, encima, se formará un gobierno de coalición del que los fascistas formaran parte en colaboración con los demócrata-cristianos e incluso Mussolini no renunciará a la idea de tener representantes de la social-democracia en la dirección de las organizaciones sindicales.

Las acontecimientos actuales en Francia, donde no es cierto que la perspectiva fascista represente la única salida capitalista a la situación, y donde el "Pacto de acción" entre socialistas y centristas ha hecho de la clase obrera el elemento principal de la defensa de la democracia, terminarán por esclarecer la controversia teórica que opone nuestra fracción contra las otras organizaciones que se reclaman de la clase obrera. Pues la condición necesaria para la derrota del fascismo, y que consistía en el reagrupamiento de los partidos que actúan en el seno de la clase obrera en un frente único enarbobando la bandera de la defensa de la democracia, esta condición que no existía ni en Italia ni en Alemania, se cumple totalmente en Francia. Ahora bien, en nuestra opinión, el hecho de que el proletariado francés haya sido apariado de su camino de clase y espoleado como lo está, por centristas y socialistas, en la vía que hoy le inmoviliza y mañana le enviará al capitalismo, hace prever la victoria indudable del enemigo en la doble perspectiva de estar obligado a recurrir al fascismo o bien a una transformación del Estado actual en un Estado en que el gobierno absorberá gradualmente las funciones legislativas fundamentales y donde las organizaciones obreras deberán ceder su independencia y admitir el control estatal a cambio de su ‘ascensión’ a la categoría de instituciones consultivas colalerales.

Cuando se dice que la situación actual ya no permite al capitalismo mantener una forma de organización social análoga o idéntica a la existente en el periodo histórico ascendente de la burguesía, no se hace mas que constatar una verdad evidente e indiscutible. Pero se trata también de una constatación de hechos que no es específica de la cuestión de la democracia, sino que es general y que se aplica de igual modo a la situación económica y a todas las demás manifestaciones sociales, políticas, culturales, etc. Esto viene a abonar que hoy no es ayer, que actualmente hay fenómenos sociales que en el pasado no se presentaban en manera alguna. No pondríamos de relieve esta afirmación banal si no fuera por las conclusiones políticas, extrañas como minimo, que comporta: no se reconoce ya a las clases sociales por el modo de producción que instauran, sino por la forma de organización política y social de la que se dotan. El capitalismo es una clase democrática que se opone necesariamente al fascismo, que sería la resurrección de los oligarquías feudales. O bien el capitalismo ya no sería capitalismo desde el momento en que deje de ser democrático y el problema consistiría en matar al demonio fascista valiéndose del propio capitalismo. O bien, puesto que al capitalismo hoy le interesa abandonar la democracia, no hay más que ponerle contra las cuerdas retomando los textos de la constitución y de las leyes, y así llegariamos a romper la conversión de capitalismo al fascismo y abririamos la vía que conduce a la victoria proletaria.

En definitiva el ataque fascista nos obligaría provisionalmente a poner en cuarentena nuestro programa revolucionanio para pasar a la defensa de las instituciones democráticas en peligro, y después reanudar la lucha integral contra esta misma democracia que, gracias a esta interrupción nos habría permitido tender una trampa al capitalismo. Una vez eliminado el peligro, la democracia podría ser nuevamente crucificada.

La simple enunciación de las conclusiones políticas derivadas de la constatación de la diferencia entre dos épocas capitalistas -la ascendente y la descendente- permite ver el estado de descomposición y de corrupción de los partidos y de los grupos que se reclaman del proletatiado, en el periodo actual.

Los dos periodos históricos considerados separadamente pueden diferir y realmente difieren, pero para llegar a la conclusión de que existe una incompatibilidad entre el capitalismo y la democracia o entre el capitalismo y el fascismo, habría que considerar democracia y fascismo no tanto como formas de organización sociales, sino de las clases o bien habría que admitir que a partir de ahora la teoría de la lucha de clases ha dejado de ser cierta y que asistimos a una batalla que librará la democracia contra el capitalismo, o el fascismo contra el proletariado. Pero, los acontecimientos de Italia y de Alemania están ahí para demostrarnos que el fascismo no es mas que el instrumento de represión sangriento contra el proletariado, al servicio del capitalismo, que ve a Mussolini proclamar la santidad de la propiedad privada sobre los escombros de las instituciones de clase que habían fundado los obreros para dirigir su lucha contra la apropiación burguesa del producto de su trabajo.

Pero la teoría de la lucha de clases se verifica, una vez más, en las crueles experiencias de Italia y de Alemania. La aparición del movirniento fascista no modifica en absoluto la antítesis capitalismo-proletariado, sustituyéndola bien por capitalismo-democracia, o bien por fascismo-proletariado. En la evolución del capitalismo decadente llega un momento en que este último se ve obligado a emprender otro camino diferente del que había recorrido en su fase ascendente.

Antes, podía combatir a su enemigo mortal, el proletariado, presentándose una perspectiva de una majoría progresiva de su suerte hasta conseguir su liberación y, con este fin, abría las puertas de las instituciones democráticas acogiendo en ellas a los llamados representantes obreros, pero que se convertían en agentes de la burguesía en la medida en que llegaban a encadenar a los organismos obreros en el engranaje del Estado democrático. Hoy -tras la guerra de 1914 y la revolución rusa- el problema para el capitalismo es dispersar, con la violencia y la represión, todo foco proletario que puede estar relacionado con el movimiento de clases. En el fondo, la explicación de la diferencia de actitud entre el proletariado italiano y alemán ante el ataque fascista, de la resistencia heroica del primero para defender hasta el último ladrillo de las instituciones obreras y del hundimiento del segundo nada más formarse el gobierno Hitler-Papen-Hugenberg, depende únicamente del hecho de que en Italia el proletariado fundaba -por el cauce de nuestra corriente- el organismo que podía conducirle a la victoria, mientras que en Alemania el Partido comunista, quebrado por la base en Halle mediante la fusion con los independientes de izquierda, vive una serie de etapas en el curso de las múltiples convulsiones de la izquierda y extrema izquierda, que marcan sucesivos pasos adebante en la corrupción y descomposición de un partido del proletariado alemán que en 1919 y 1920 había escrito páginas de gloria y heroismo.

Incluso si el capitalismo pasa a la ofensiva contra las posiciones democráticas y las organizaciones que se reclaman de ellas, incluso si asesina a las personalidades políticas que pertenecen a partidos democráticos del ejército o del mismo Partido nazi (como el 30 de junio en Alemania), esto no significa que deban haber tantas antítesis como oposiciones hayan (fascismo-ejército, fascismo-cristianismo, fascismo-democracia). Estos hechos prueban sólamente la extrema complejidad de la situación actual, su carácter espasmódico y no atacan en manera alguna a la teoría de la lucha de clases. La doctrina marxista no presenta el desafio proletariado-burguesía en la sociedad capitalista como un conflicto mecánico, hasta el punto que toda manifestación social podria y debería estar ligada a uno u otro extremo del dilema. Al contrario, la esencia misma de la doctrina marxista consiste en el establecimiento, derivado del análisis cientifico, de dos ordenes de contradicciones, de contrastes y de antagonismos, desde el punto de vista económico así como del político y social. Aparte de la antitesis burguesía-proletariado, único motor de la historia actual, Marx puso en evidencia las bases y el curso contradictorio propio del capitalismo, hasta tal punto que no se establece de ningún modo la armonía de la sociedad capitalista, incluso después de que el proletariado ha dejado de existir (como es el caso en la situación actual a consecuencia de la acción del centrismo y de las traiciones social-demócratas) en tanto que clase que trata de quebrantar el orden capitalista y fundar la nueva sociedad. Actualmente el capitalismo puede haber amputado provisionalmente la unica fuerza progresista de la sociedad, el proletariado, pero, tanto en el terreno económico como en el político, las bases contradictorias de su régimen no cesan de determinar la oposición irreconciliable de los monopolios, de los Estados, las fuerzas politícas que actúan en interés de la conservación de su sociedad, en particular el contraste entre fascismo y democracia.

En el fondo la alternativa guerra-revolución significa que una vez descartada como solución a la situación actual la fundación de la nueva sociedad, no aparecerá en absoluto una era de tranquilidad social, sino toda la sociedad capitalista (incluidos los obreros) caminan hacia la catástrofe, resultado de las contradicciones inherentes a esta sociedad.

El problema a resolver no es el de atribuir al proletariado tantas actitudes políticas como oposiciones haya en la situación, ligándolo a tal monopolio, tal Estado, a tal fuerza política contra los que se le oponen, sino mantener la independencia de la organización del proletariado en lucha contra todas las expresiones económicas y políticas del mundo del enemigo de clase.

La conversión de la sociedad capitalista al fascismo, la oposición y el mismo conflicto entre los factores de ambos regimenes, no deben de ningún modo alterar la fisionomía específica del proletariado. TaI como hemos señalado en varias ocasiones, los fundamentos programáticos proletarios deben ser hoy los mismos que Lenin publicó, con su trabajo de fracción, antes de la guerra y contra los oportunistas de todos los colores. Ante el Estado democrático, la clase obrera debe mantener una posición de lucha por su destrucción y no debe entrar en él con el fin de conquistar posiciones que permitan construir gradualmente la sociedad socialista; los revisionistas que defendieron esta posición, convirtieron al proletariado en víctima de las contradicciones del mundo capitalista, en carne de cañon, en 1914. Hoy que las situaciones obligan al capitalismo a proceder a una transformación orgánica de su poder, del Estado, el problema continúa siendo el mismo, es decir, el de la destrucción y la introducción del proletariado en el seno del Estado enemigo para salvaguardar sus instituciones democráticas, lo que pone a la clase obrera a merced del capitalismo; y allá donde este último no debe recurrir al fascismo, de nuevo le hace víctima de los contlictos interimperialistas y de la nueva guerra.

El dilema marxista, capitalismo-proletariado no significa que los comunistas ante cada situación deban plantear el problema de la revolución, sino que en cualquier circunstancia el proletariado debe agruparse en torno a sus posiciones de clase. El problema de la insurrección lo podrán plantear cuándo existan las condiciones históricas para la lucha revolucionaria, y en las otras situaciones estará obligado a promover un programa de reivindicaciones más limitado, pero siempre de clase. La cuestión del poder se plantea únicamente en su forma integra y si faltan las premisas históricas necesarias para el desencadenamiento de la insurrección, esta cuestión no se plantea. Las consignas a promover, entonces, corresponderán a las reivindicaciones elementales que conciernen a las condiciones de vida de los obreros desde el punto de vista de la defensa de los salarios, las instituciones proletarias y de las posiciones conquistadas (derecho de organización, de prensa, de reunión, de manifestación, etc.).

El ataque fascista encuentra su razón de ser en una situación económica que anula toda posibilidad de equivoco, y que supone que el capitalismo debe pasar el aniquilamiento de toda organización obrera. En este momento la defensa de las reivindicaciones de la clase obrera amenaza directamente el régimen capitalista, y el desencadenamiento de las huelgas defensivas no puede situarse mas que en el curso de la revolución comunista. En esta situación -tal como ya lo tiemos dicho- los partidos y las formaciones democráticas y social-democráticas, tienen una función de primer orden, pero a favor del capitalismo y contra el proletariado, en la tinea que conduce a la victoria fascista y no en la linea que lleva a la defensa o al triunfo del proletariado. Este último será movilizado por la defensa de la democracia con el fin de que no luche por las reivindicaciones parciales. Los socialdemócratas alemanes llaman a los obreros a abandonar la defensa de sus intereses de clase para no amenazar al gobierno de mal menor de Brüning; Bauer hará lo mismo por Dollfuss entre marzo de 1933 y febrero de 1934; el "Pacto de acción" entre socialistas y centristas en Francia se realiza porque contiene (claúsula de principio Zyromski) la lucha por las libertades democráticas a excepción de las huelgas reivindicativas...

Trotsky dedicará un capítulo de sus documentos sobre la revolución alemana a demostrar que la huelga general ha dejado de ser el arma de defensa de la clase obrera. La lucha por la democracia es una potente maniobra de distracción para apartar a los obreros de su terreno de clase y engancharlos a las contradictorias volteretas que realiza el estado en su metamorfosis de democracia a estado fascista. El dilema fascismo-antifascismo actúa pues en interés exclusivo del enemigo; el antifascismo, la democracia adormecen a los obreros para que a continuación, los fascistas los apuñalen, aturden a los proletarios a fin de que no vean ya ni el terreno ni la vía de su clase. Estas son las posiciones centrales que han marcado con su sangre los proletarios de Italia y de Alemania. El capitalismo mundial puede preparar la guerra mundial porque los obreros de otros países no se inspiran en estas ideas programáticas. Nuestra fracción, inspirada en estos principios programáticos, continua su lucha por la revolución italiana, por la revolución internacional.

 

Octobre no 2, marzo 1938

 

La cuestión del Estado

 

 

Este artículo esta destinado a favorecer la discusión en el seno de las dos fracciones adherentes y del Buró.

 

Quien dice Estado dice coacción. Quien dice socialismo dice libertad. La oposición es flagrante y ningún subterfugio puede atenuar su significado. Esta oposición persiste en cualquier coyuntura de la lucha de clases y, para tomar la hipótesis más extrema, si mañana, ante el asalto capitalista que se despliega contra las fronteras del Estado proletario, los comunistas recurrieran a los métodos burgueses de cohesión contra el proletariado o cualquiera de sus grupos, se estaría preparando una involución profunda en el Estado proletario y ya no sería un Estado de esta naturaleza el que obtendría la victoria contra el asaltante burgués, sino que el estandarte revolucionario y proletario comenzaría por recubrir una mercancía que el capitalismo habría podido introducir en nuestras propias filas.

Se ha dicho mil veces que el socialismo es una cuestión de contenido y no de forma. Esto es cierto en cualquier circunstancia. Nosotros debemos añadir que cuando, bajo el pretexto de la "necesidad del momento", la forma hace un plagio al contenido, la alteración que se produce no es ocasional sino definitiva y las consecuencias se producirán con la misma lógica de acero que hace derivar la masacre actual de los obreros de España, de China y las orgías del Tribunal supremo de Moscú, de los errores iniciales cometidos en el comienzo de la revolución rusa.

Antes de abordar el examen del problema, debemos precisar que nosotros estamos lejos de criginos en jueces de Lenin y de los que realizaron la Revolución rusa, o de dar el menor crédito a los detractores social-demócratas de la Revolución rusa, los cuales intentan estabiccer una relación de dependencia entre Octubre de 1917 y las hecatombes actuales de Rusia: entre Lenin y Stalin. Nosotros somos marxistas. El verdadero homenaje, el único homenaje a nuestros maestros consiste en considerar a Lenin como una expresion gigantesca de su época, que realizó lo que ninguno de nosotros habría podido hacer, que nos legó una herencia colosal que debemos aplicar y amplificar a la luz de los acontecimientos acaccidos. Así el proletariado denunciará a Stalin y sus compinches social-demócratas como estalones de una misma cadena de infamia. El primero masacrando "a saco" en 1935-38, los otros intentando lavar las manchas de sangre que llevan en sus manos en los nos rojos que inundan actualmente España, China, Rusia, Italia, Alemania y que mañana devastarán el mundo entero en una sucesión de guerras o bien en una conflagración mundial.

 

La noción del Estado

 

En el orden histórico asistimos primero a la formación de la clase y después del Estado. Esto no se debe a circunstancias ocasionales sino que depende de la evolución económica. El instrumento de trabajo que separa al hombre de la naturaleza determina así un crecimiento de la producción que da lugar a la acumulación en el seno de las castas, que son las formas primitivas de las clases, porque el nivel de la producción no permite cubrir las necesidades de la colectividad al mismo tiempo que supera la capacidad de consumo de la capa privilegiada. En los primeros tiempos las cuestiones sociales pueden resolverse amistosamente y se establece una jerarquía. Existe una solidaridad entre las diferentes funciones sociales mientras que las capas inferiores de los trabajadores no llegan a sentir necesidades superiores a las que la sociedad les permite cubrir. En la fase posterior es todo lo contrario. La misma lógica de la acumulación lleva a la sujeción económica, a la coacción para mantener esta sujeción, y el Estado aparece como una necesidad histórica determinada a la vez por la progresión de la producción y la insuficiencia de esta producción para permitir la expansión de las necesidades de la colectividad: de ahí la division de la sociedad en clases.

Estos factores de la evolución histórica nos reveían a la vez el carácter distintivo del Estado (coerción) y la necesidad de este estado, que no podrá desaparecer mas que cuando la amplitud de la producción, combinada con la progresión de la civilización, permita no sólamente la satisfacción de todas las necesidades existentes, sino también la generalización de las necesidades al conjunto de los productores. No se trata pues de creer sólamente que exista igualdad porque el obrero y el campesino, el Inglés y el Chino reciban lo que piden, sino que se trata también de encontrarse en una situación en que unos y otros habrán alcanzado tal grado de civilización y progreso que estarán en una condición real de igualidad. Sólamente entonces podrá establecerse la sociedad comunista.

El Estado que apareciá después de las clases, y ello en función de la evolución económica, ¿puede continuar existiendo tras la destrucción de la clase explotadora en el periodo de transición?; ¿o bien va a poner en cuestión la victoria conseguida por el proletariado? ¿Habría al término de la evolución histórica una inversión de posiciones y nos encontraríamos ante la necesidad de hacer persistir el Estado tras la supresión de la clase explotadora? Planteamos este problema puesto que es de una importancia excepcional. De ningún modo depende del azar y ignorarlo es carr en las tenazas que nos arrojarán de Lenin a Stalin.

Ya lo hemos señalado anteriormente. El Estado responde a dos necesidades históricas: la coordinación de la producción por una parte y la defensa de los privilegios de la clase dominante por la otra. El primer elemento persiste incluso después de la destrucción del capitalismo, y continuará existiendo, no sólamente hasta la plena satisfacción de las necesidades de los productores, sino también hasta la maduración de las condiciones objetivas para determinar la igualdad de las necesidades. El segundo elemento deja de existir desde el momento en que el aparato de dominación de la burguesía ha sido destruido, pero esto no nos conduce de ningún modo a postular la idea de que el carácter del Estado ya no sería el mismo que anteriormente. Sería trágico engañarse después de las experiencias que acabamos de vivir.

Al plantear el problema en sus verdaderos fundamentos, podemos darnos cuenta en definitiva de que, al término de la evolución histórica que conduce a la sociedad comunista y que prebudía, las leyes de la evolución son las mismas que existen en el comunismo primitivo y en el curso de todas las fases sucesivas. La destrucción de la clase explotadora no suprime ni la division de la sociedad en clases, ni la diferenciación entre los trabajadores, ni la necesidad del Estado. El problema es éste: la tendencia de la evolución económica, así como la base inisma de la sociedad comunista del futuro ¿obedecerán a las leyes de la centralización máxima de la producción, de su sometimiento a un plan minuciosamente estudiado, o bien a las leyes de la descentralización, a una vida económica parcelaria? No cabe ninguna duda. Ante las gigantescas instalaciones industriales, estos formidables progresos económicos, no hay otra solución que una disciplina centralizada de toda la producción. Lenin, en su polémica con Kautsky, dijo cosas definitivas y que recuperan completamente el pensamiento de Marx sobre este tema. En efecto, la centralización no se opone de ningún modo a la libre expresión de las iniciativas individuales y no supone necesariamente la coacción. La disciplina que de ebla resulta consiste en la adhesión, la canabización de todas las energías en el conjunto de la industria planificada.

La destrucción de la clase explotadora deja en pie la diferenciación de clases y el Estado sigue siendo necesario hasta la maduración de las condiciones reales para la sociedad comunista. Por otra parte, la tendencia que conduce a la sociedad comunista es la que se desprende de la evolución económica misma y que conduce a una centralización creciente de la producción. El Estado persiste tras la destrucción del capitalismo puesto que esta destrucción no significa la desaparición de las clases. Del mismo modo que desde sus comienzos el Estado ha tenido un carácter positivo y negativo, esto no cambía tras la victoria proletaria: instrumento necesarlo del progreso económico, amenaza permanentemente con desviar este progreso del beneficio de los productores contra ellos y hacia su masacre.

Los anarquistas evidentemenre perdieron toda razón de ser en el movimiento proletario después de que en España demostraron la "razón" de las críticas de Bakunin contra Marx convirtiéndose en ministros, generales, agentes de policía y violentos defensores del Estado catalán, superando en la masacre de obreros hazañas de Mussolini y Hitler. Pero esto no nos impide poner en evidencia esta noción: que hay que someterse a la necesidad del Estado incluso después de la victoria del proletariado, ya que su razón de ser existe en el orden de la producción, en la insuficiencia de ésta últirna en relación a las necesidades de los productores y en la incapacidad para reconocerlas determinada por la insuficiencia en las condiciones de la civilización.

Pero el Estado, a pesar del adjetivo "proletario", sigue siendo un órgano de coerción, sigue estando en oposición permanente y aguda con la realización del programa comunista, y es en cualquier caso la manifestación de la persistencia del peligro capitalista en todas las fases de la vida y de la evolución de periodo transitorio.

Para concluir con este punto, podemos afirmar que el Estado, lejos de poder representar a la clase proletaria, representa su antídoto constante y refleja que hay una oposición entre dictadura del Estado proletario y dictadura del proletariado.

 

La noción de la dictadura del proletariado

 

Marx y Engels no escribieron mucho a propósito de esta cuestión. Pero sería falso decir que no expresaron una opinión definitiva. Las experiencias vividas por el proletariado mundial les colocaron en la imposibilidad de tratar este problema de una forma orgánica y sistemática, pero todos sus escritos nos permiten guiarnos en este tema.

Si bien es cierto que la idea de dictadura es inseparable de la noción de coerción, es igualmente cierto que si ésta coerción se realiza con los sistemas que le gustan el capitalismo, tendríamos una dictadura esencialmente burguesa, con un nombre y una bandera proletarios. Sería inútil querer diferenciar la dictadura capitalista y la del proletariado basándose únicamente en los medios que una puede utilizar a los cuales la otra no debería recurrir. Evidentemente hay medios que son propios del capitalismo y que repugnan al proletariado, como la violencia, pero comprendemos que en ciertos momentos y particularmente durante efervescencias revolucionarias, no hay otra solución que la violencia. Trataremos de este problema más específicamente a continuación. Por el momento nos basta con recordar que Marx habió de la violencia como "partera" de la historia y no como un medio que permite solucionar los problemas de la vida social.

La idea de la dictadura es inseparable en su esencia mismo de la idea de la clase. Aplicarla a la burguesía es explicar su dominación sobre los trabajadores. Aplicaría al proletariado es hacerla coincidir con su misión, su programa en el orden económico, político y histórico. Toda desviación que se manifieste en cualquier instante del periodo de transición entre dictadura y misión del proletariado es un atentado directo contra la idea misma de la dictadura. Cuando, por ejemplo, Trorski -y de una forma un poco mitigada Serge- para justificar Kronstadt dicen: por un lado estaba el Estado proletario, por otro los insurrectos entre los que había muchos obreros, pero donde los hios estaban movidos por los reaccionarios al acecho de un movimiento de restauración burguesa, llegan a la conclusión de que así era como debía actuar la revolución (Trotski), o estarla forzada a actuar (Serge); en realidad nos encontramos en presencia de una alteración total de las ideas que deben predominar en la gestión del Estado proletario. En efecto, el problema se plantea de la siguiente manera: ante un levantamiento producido por el hambre, si el proletariado recurre a los mismos medios que un Estado burgués, sufre una transformación y su substancia se convierte en burguesa.

El problema se plantea pues así para nosotros. Se producen circunstancias en que un sector proletario -y nosotros concedemos incluso que haya sido la víctima inconsciente de las maniobras del enemigo pasa a la lucha contra el Estado proletario ¿Cómo hacer frente a esta situación?

PARTIENDO DE LA CUESTION PRINCIPAL DE QUE NO ES POR LA FUERZA Y LA VIOLENCIA COMO SE IMPONE EL SOCIALISMO AL PROLETARIADO. Más valía perder Kronstadt que mantenerlo desde el punto de vista geográfico, cuando esta victoria fundamentalmente no podía tener mas que un resultado: el de alterar las bases mismas, lo fundamental de la acción Ilevada a cabo por el proletariado. Ya conocemos la objeción: pero la pérdida de Kronstadt había sido una pérdida decisiva para la revolución, tal vez incluso la pérdida de la revolución. Aquí llegamos al punto clave. ¿Cuáles son pues los criterios de análisis? ¿Los que surgen de los principios de clase o los que entresacamos del juego de las situaciones? Más concretamente: ¿los que nos llevan a considerar que más vale que los obreros cometan un error, incluso mortal, o los otros que prefieren saltarse los principios pues después los obreros se lo agradecerán aunque hayan sido defendidos por la violencia?

Toda situación hace aparecer dos tipos opuestos de criterios que Ilevan a dos conclusiones tácticas diferentes. Si nos basamos en la yuxtaposición de formas llegamos a la siguiente proposición: tal organismo es del proletariado, hay que defenderlo porque es así, incluso aunque por ello debamos destrozar un movimiento obrero. Si por el contrario nos basamos en la yuxtaposición de fondo, llegaremos a conclusiones opuestas: un movimiento proletario que está manejado por el enemigo lleva en sí mismo una contradicción orgánica que opone a los proletarios contra sus enemigos; para hacer estallar esta contradicción hay que hacer un trabajo de propaganda y EXCLUSIVAMENTE de propaganda entre los obreros, que en el curso de los acontecimientos, recobrarán ellos mismos la fuerza de clase que les permita romper el juego del enemigo. Pero si por casualidad fuera vcrdad que lo que realmente está en juego en tal o cual acontecimiento es la pérdida de la revolución, es cierto que la victoria obtenida por la violencia sería no sólamente ocultar la realidad, (acontecimientos históricos como la Revolución rusa jamás dependen de un episodio y el aplastamiento de Kronstadt no puede haber sabvado la revolución más que para las mentalidades superficiales), sino que determina la condición para la pérdida efectiva de la revolución: el ataque a los principios no se queda localizado, sino que se generaliza a todos los ámbitos de la actividad del Estado proletario.

Esta digresión nos permitirá avanzar más rápidamente en la precisión de las caracteristicas de la dictadura del proletariado. Trastadando el problema al de la dictadura de la clase proletaria, debemos pues indicar cuales son los objetivos y la misión del proletariado, en qué terrenos se sitúan y a través de qué organismos.

1. En el orden económico.

Deducir de la tesis de que el socialismo es el hijo natural de la industrialización de la economía, el corolario de que los obreros deben, por su propio interés, aceptar los sacrificios necesarios para la construcción de una economía industrial altamente desarrollada, sería poner una bandera roja a los principios que dirigen la economía capitalista, cuyos defensores no dudan en afirmar que el aumento de la producción es provechoso sobre todo para los obreros. El proletariado sabe que hay una clara oposición entre la acumulación de la plusvalía y la parte del valor del trabajo que se le atribuye en forma de salario. Esta oposición permanece a lo largo del periodo transitorio y no tendrá fin mas que en la sociedad comunista. El polo de concentración de la plusvalía es el Estado cuyas leyes conducen INEVITABLEMENTE a acumular beneficios en detrimento de los trabajadores. No hay antídoto posible aparte del de la clase, puesto que la oposición nos coloca entre dos elementos conflictivos. Además, la experiencia rusa es definitiva:

Stalin representa (en el terreno económico igualmente) una ruptura con los postulados proletarios. Y los planes quinquenales que Ilegaron a realizar una gigantesca transformación industrial, representan al mismo tiempo el empobrecimiento miserable de los trabajadores.

Ante un Estado cuyo evolución NATURAL es oponerse a la progresión económica de los trabajadores no queda otra solución mas que la existencia de organizaciones sindicales con todos sus derechos y su independencia orgánica respecto al partido y al Estado, y el derecho de huelga.

2. En el orden político.

Aquí está el terreno específico de la acción del proletariado, aquí es también donde se manifiesta concretamente el significado de la formula de la dictadura del proletariado. Este, en efecto, no tiene ningun objetivo en lo que concierne a la naturaleza de la evolución económica: la industrialización conlleva la inevitabilidad del triunfo del socialismo.

¿Cuál es pues la misión del proletariado? De alguna forma aquí estamos ante una cuestión de principio. No hay nada que demostrar puesto que la fórmula contiene ya la solución. Pero las interpretaciones que se han hecho imponen precisiones minuciosas.

Subsistiendo las clases incluso después de la victoria proletaria, es un cambio profundo de contenido lo que marcará la oposición con el régimen burgués. En lo que concierne a las clases explotadoras, dejan de existir -en la realidad social- tras la socialización de los medios de producción y la supresión de la propiedad privada, pero continúan existiendo en forma potencial: estas son el espectro que acecha en todo el periodo de transición. Los errores inevitables de la gestión económica y política del proletariado determinan la condición objetiva que puede hacer que nazca un movimiento de restauración burgués.

La dictadura del proletariado no se desarrolla en condiciones de libertad y ello a causa de la persistencia de las clases en el interior de las fronteras, sin contar con los regimenes capitalistas que existen en los otros países. Es decir, que un error está viciado desde su punto de partida y sobre todo en sus consecuencias, por las condiciones de hecho y la existencia de un polo que puede canalizarlas hacia una evolución capitalista. Y ello justifica la solución dictatorial. Es evidente que a la larga, las premisas económicas (persistencia de las clases) no sólamente hacen inoperante toda medida dictatorial, sino que amenazan al Estado que recurre a ellas con una metamorfosis que lo encaminaría hacia su desembocadura natural que es la de oponer la violencia o la amenaza a los obreros que quisieran sustraerse a las leyes de la acumulación. Pero nosotros tenemos a la vista un periodo de transición para el cual las medidas dictatoriales son perfectamente válidas. En definitiva se trata de arrebatar al capitalismo la posibilidad de explotar las consecuencias de los errores inevitables de la gestión proletaria y de dejarte al campo de estos errores manifestarse en el ámbito de la clase proletaria. Es en esto pues, en lo que se justifica la dictadura del proletariado, no obstante con dos limitaciones:

1o Que la violencia sólamente se justifica en periodo de efervescencia revolucionaria y de ningún modo después. Y creemos que aquí hay que precisar que el socialismo, que desde su aparición había inscrito en su programa la absolución de la pena de muerte, debe aplicar este objetivo incluso a sus enemigos de clase en el transcurso del periodo normal de su gestión, y ello a través de la justicia represiva de los órganos del Estado.

2o Que jamás se identifican los movimientos obreros con las maniobras de la restauración enemiga. En este aspecto nos remitimos a las explicaciones que hemos dado hablando de Kronstadt, que los comparamos evidentemente con los movimientos de Makhno y en general, con todos en los cuales estaban implicadas agrupaciones de obreros, cualquiera que fuera su etiqueta. Jamás, pues, se aplicará la violencia contra los trabajadores y estará mucho menos justificada una vez esté el proletariado en el poder.

Dicho esto, queda por examinar el problema específico del movimiento obrero en el que actúan una infinidad de corrientes y SOLO una representa los intereses reales del proletariado. Y aquí, sin ninguna duda, todas estas corrientes expresan indirectamente el interés del enemigo, adhiriéndose indirectamente a los regimenes capitalistas que existen en el extranjero y directamente con todas las organizaciones de clase intermediarias, y principalmente, con la burocracia estatal. Pero de nuevo aquí la proposición: "yo (el partido de clase) soy el proletariado, el resto (social-democracia, anarquismo, etc.) es el enemigo"; se transforma inevitabilmente en esta otra: "yo (el partido del proletariado) pierdo mi contenido para adquirir uno capitalista desde el momento en que, para evitar la influencia del enemigo, recurro a los medios dictatoriales que son propios del capitalismo".

La emancipación de los trabajadores sera obra de los trabajadores mismos dijo Marx, y esta frase central del socialismo es para nosotros algo más que un concepto para justificar las novatadas de los trabajadores que siguen otras concepciones: REPRESENTA EL PRINCIPIO FUNDAMENTAL DEL PROLETARIADO. Nosotros que somos sumamente intransigentes en cuanto a la defensa de nuestras concepciones y que no admitimos ningún compromiso con otras corrientes puesto que las consideramos nefastas para el curso de la formación del partido de clase, también somos de la opinión de que todas las demás concepciones representan un nivel en la formación de la organización de clase de los obreros, cuya existencia manifiesta siempre el estado incompieto de la obra del partido de clase, cuando no manifiesta, además, un error táctico o de principios del partido. Nuestra posición concluye pues en la fórmula de que el proletariado mismo, formando en su seno el partido de clase, desempeña también la labor de timpieza de todas las infecciones enemigas, cualquiera que sea el nombre que pueden llevar. El proletariado en el poder no puede intervenir mas que con un dispositivo (que además debe tener un carácter de clase) anclado en los organismos unidos directamente con el mecanismo económico, mecanismo que ya hemos dicho que está accionado por un Estado cuya lógica de desarrollo es ir en contra de las reivindicaciones y del programa del proletariado. Este dispositivo no se puede encontrar mas que en los sindicatos, órganos específicos de clase, sensibles a las reivindicaciones inmediatas y parciales de los obreros. Todas las corrientes que actúan en el seno de la clase obrera encontrarán en el sindicato una piedra de toque. Por un lado estarán forzados a poner en relación su política con una base de clase; por otro lado las fracciones sindicales del partido del proletariado encontrarán en estas luchas el alimento indispensable no sólamente para su progreso sino también para salvaguardar su naturaleza comunista.

La libertad de las fracciones sindicales debe ser total. Estas fracciones deben no sólamente poder llegar a la cabeza de la dirección central, sino también poseer la libertad de prensa, de reunión, de mitin, sin ninguna restricción.

En resumen, la dictadura del proletariado significa pues la exclusión de todos los derechos a la burguesía, la obligación de todas las corrientes activas en el seno de la clase obrera de manifestarse únicamente en el seno de las organizaciones sindicales.

 

La dictadura del partido del proletariado

 

Las consideraciones precedentes nos permiten tratar rápidamente este aspecto del problema. Para nosotros la dictadura del proletariado es la dictadura de su partido de clase, dictadura que se manifiesta fuera de toda intervención violenta con respecto al proletariado y sus agrupaciones.

Ya hemos explicado la necesidad de esta dictadura. Dado que la producción economica permite que subsistan las clases, es indispensable descariar de la situación el polo burgués de concentración de los errores de la gestión proletaria tanto desde el punto de vista económico como político.

En definitiva, la conquista del poder por el proletariado no hace mas que plantear una hipótesis sometida a la verificación de los acontecimientos. El proletariado se afirma como protagonista de la renovación de la sociedad alrededor de un programa que representa la selección de una serie de datos fundamentabes consagrados por la lucha obrera en los diferentes países. La evolución política confirma una posición fundamental del marxismo: podemos asistir a traiciones, compromisos, abandonos de individualidades o grupos, pero hay una continuidad de hierro en cuanto a las posiciones políticas y es en definitiva un programa único el que acompaña, expresa y guía la obra de emancipación del proletariado, tendiendo a la construcción de la sociedad comunista. El carácter monolitico del programa constituye la premisa de la necesidad del partido único del proletariado.. Es verdad que una vez tomado el poder, mil peligros amenazan al partido que detenta el control del Estado, y que aquel puede usar este último para imponer la adopción de la política que defiende. Pero la persistencia de las organizaciones de clase del proletariado y en su seno la libre expresión de todas las corrientes, representan un contrapeso capaz de preservar al partido de la degeneración.

El proletariado, tomando el poder, afirma también que es en el mareo ideológico de la acción proletaria donde se desarrollará la acción que tiende a la revolución mundial y la llegada de la sociedad comunista. En su seno deberá estar asegurada la libertad a todas los fracciones que expresen divergencias, reacciones, a la política del partido. Y aquí, todavia más que en lo que concierne a los organizaciones sindicales, no sólamente no puede tolerarse ningún recurso a la violencia, sino que -sobre la base del centralismo orgánico- no puede ser admitido ningún ataque a las formaciones de base por los órganos centrales del partido. Todo el mecanismo del partido debe poder funcionar de una manera totalmente libre y debe darse margen a la formación de fracciones que serán provistas de los medios financieros necesarios para su expansión en el mismo partido.

El curso de los acontecimientos pondrá a prueba la candidatura que el partido haya presentado, así como la naturaleza política de las fracciones que se mueven en su seno. Es posible que, como fue el caso de Rusia en 1920-21, una vez más, el partido del proletariado se halle ante este dilema: o bien arriesgarlo todo por permanecer firme en los principios proletarios, o bien examinando la necesidad de un respiro- atacar los principios y permanecer a pesai- de todo en el poder. Hay que entenderse en un punto de gran importancia. No se trata de ninguna forma de cievar a cuestiones de principio problemas que pueden reducirse a cuestiones secundarias frente a las cuales el dilema final no se presente. Pero cuando los problemas fundamentales intervienen no es posible ninguna vacilación y es míl veces mejor arricsgar la batabta con la certeza de ser batidos que permanecer en el poder imponiendo una derrota a los principios proletarios.

Es aquí donde se plantea el problema de la violencia. Es cierto que en la polémica Lenin-Kautsky se produjo una deformación debido a las circunstancias políticas de la época. La negación de Kautsky de la violencia iba acompaúada de la reivindicación de la democracia y nosotros sabemos lo que es la democracia que hoy pagan con su sangre los trabajadores espaitotes, después de que el capitalismo alemán y italiano haltaran en el juego desenfrenado de esta democracia la posibilidad de disolver la amenaza revolucionaria y de ametrailar a los proletarios revolucionarios. Lenin no era el apóstol de la violencia a la que Kautsky se negaba, sino que era el portador de la ciencia revolucionaria marxista que destruía todas las hipocresías de la democracia y reedificaba la teoría de la dictadura del proletariado. El clima en el cual se desarrolló esta polémica y las luchas de clases de la época hicieron surgir en casi todos los comunistas la idea de que la violencia podía resolver los problemas políticos. La idea de Lenin: nosotros tenemos el Estado en nuestras manos, nosotros podemos permitirnos pues, la NEP y mañana podremos quitarles a los capitalistas lo que hoy les demos, forma parte de esta mistica de la violencia que los acontecimientos han desmentido totalmente. Por sí misma la NEP no representa una transgresión de los principios comunistas, ya que no hace mas que revelar una situación social no pemitiendo el ostracismo con respecto a todas las formas no-socialistas de la gestión económica, y en este sentido, debe ser plenamente reivindicada por los marxistas. Pero lo que hay que rechazar de la NEP es su idea central: se da hoy con la perspectiva de retractarse mañana. No, no hay interrupción posible entre lo que se hace y lo que se hará. Hay una continuidad en el riempo y hay que ser comunista hoy par poder serlo mañana también. Admitir una concesión económica a los capitalistas, reemplazar las requisiciones por el impuesto natural, en una palabra liquidar el comunismo de guerra y conseguir la legalidad de las formaciones económicas correspondientes a la immadurez socialista del estado económico, no es mas que un conjunto de medidas que no sufre ninguna crítica deade el punto de vista marxista. Pero se trata de otra cosa cuando se considera que estas formaciones económicas pueden convertirse en eslabones de la economía socialista. Eso es contrario a los principios del comunismo. Y seria inútil, incluso extremadamente peligroso, recurrir a un juego de palabras afirmando que puesto que estas medidas restauran la vida económica, son beneficiosas para la evolución socialista. ¡Sí! lo serán, pero con la condición de identificar bien su naturaleza que se opone al socialismo, amenaza a la dictadura del proletariado. La experiencia de 1920-21 está ahí por otra parte para dar un aspecto concreto e indiscutible a estas cuestiones. La NEP va acompañada no sólamente por la idea de que estando vencido el proletariado mundial hay que dirigirse hacia la explotación de las divergencias que oponen a los estados capitalistas, sino en el terreno interno por la idea de la liquidación de los organismos sindicales; con Kronstadt, con la subyugación del proletariado al curso de la NEP. Otra cosa habría sido al, en lugar de afirmar como lo hizo Lenin, que el socialismo podría beneficiarse del resurgimiento del capitalismo, se hubiera declarado que este resurgimiento era inevitable y se hubiera alertado contra él al proletariado y sus organizaciones, y en primer lugar a los sindicatos.

En una palabra, la mistica de la violencia debe ser rechazada de arriba abajo. La alternativa que se plantea a través de la violencia no está entre el éxito probable y la derrota inevitabte que resultaría si no se recurriera a ella. La alternativa está ente el programa del proletariado y la alteración que de él se hace al se recurre a la violencia. No hay ninguna derrota más aguda e iremediable que la que acarrea el enemigo metamorfoseando los órganos del proletariado y encomendando al partido del proletariado la aplicación de sus propios métodos.

Las reIaciones internacionales del Estado proletario

 

Este aspecto del problema es más fácil de tratar porque nos ha sido posible definir la noción de la dictadura del proletariado pudiendo identificarla con la de la dictadura del Partido proletario aunque opuesta a la de dictadura del Estado proletario. Es evidente que en este terreno también la tendencia NATURAL del Estado proletario es entrar en el engranaje del sistema de otros Estados capitalistas y poder así expansionarse libremente. Pero de la misma forma que el Estado proletario proscribe toda posibilidad de desarrollo a la burguesía derrotada, ésta hace lo mismo a escala mundial respecto al Estado obrero. Este Estado estaría privado de establecer relaciones con otros Estados. Desde el punto de vista político, sólamente el hecho de que se establezean relaciones con los Estados capitalistas choca de frente con el programa proletario. Desde el punto de vista económico, no es necesario en absoluto tener representaciones diplomáticas para todas las cuestiones de orden comercial. Para estas cuestiones hay que tomar otra medida de salvaguardia. En casi todos los países existen organizaciones económicas de carácter de clase, es decir, las cooperativas. Bien sabemos que éstas no están sujetas al control proletario y que son un semillero de oportunistas. Pero su carácter de clase se presta más a las relaciones comerciales con el Estado proletario que los trusts capitalistas. Por otra parte es cierto que el hecho de confiarles a ellos la integridad de las relaciones económicas con el Estado proletario es natural que permita un levantamiento de derecho de fiscalización y de las iniciativas de los trabajadores.

Esta cuestión de la actividad del Estado proletario más allá de las fronteras es secundaria con respecto a la de las relaciones del partido del proletariado con los partidos de clase de otros países. Aquí está el eje de la cuestión. Para nosotros que consideramos que la conquista del poder en un país no es un acto comunista sino a condición de considerarla como un cpisodio de la lucha mundial del proletariado, sólamente a la Internacional se le puede confiar la dirección política del partido que esté en el poder; a una internacional que, lejos de hacer jugar las leyes del número que determinarIan inevitablemente la hegemonía del partido en el poder, se deberá dejar guiar por el peso específico de los diferentes proletariados y por una representación de delegaciones de partidos, lo que asegurará la mayoría a las clases obreras pues por el hecho mismo de que siempre son el bianco de los ataquca capitalistas, mantienen un instinto de clase mucho más firme. Esta advertencia tan pertinente que hizo Bordiga en su momento, debe ser considerada en todo su valor.

Unas palabras para concluir. Se podría decir que todas las medidas preconizadas actualmente están destinadas al fracaso, como fue el caso de una obra por otra parte, genial: El Estado y la Revolución de Lenin. Su autor se encontró en la imposibilidad de respetar las conclusiones que había defendido. Hay que entenderse. En un principio Lenin, en el período heroico de la revolución rusa se inspiró en estas consideraciones. Luego ¿a qué viene ese escepticismo de los eternos "realistas"? En estas condiciones sólo habría que hacer una cosa: proclamar que el programa y la idealidad comunistas no son más que palabras, que la realidad bien se encargará de enviarlas a las nubes. No es esta nuestra opinión y estamos apasionadamente seguros de tener razón.

 

Bulletin international de discussion de la Gauche communiste italienne, no 6, junio 1944

 

Manifiesto de la Izquierda comunista

A los proletarios de Europa

 

Hace casi cinco años que la guerra imperialista hace estragos en Europa, con todas sus manifestaciones de miseria, masacres y devastación.

En los frentes ruso, francés, italiano, decenas de millones de obreros y de campesinos se degüellan unos a otros por los intereses exclusivos de un capitalismo sórdido y sangriento que no obedece mas que a las leyes de la ganancia y la acumulación.

A lo baigo de cinco años de guerra -la última, la de la liberación de todos los pueblos, os dicen- muchos programas engañosos, y no menos ilusiones desaparecieron, haciendo caer la máscara tras la cual se escondía el semblante odioso del capitalismo internacional.

En cada país se os ha movilizado por ideologías diferentes pero con el mismo fin, el mismo resultado, lanzaros a la carnicería de los unos contra los otros, hermanos contra hermanos de miseria, obreros contra obreros.

El fascismo, el nacional-socialismo, reivindican el espacio vital para sus masas explotadas, no haciendo mas que ocultar su feroz voluntad de salvarse ellos mismos de la crisis profunda que los mina en la base.

El bloque anglo-ruso-americano quería al parecer, liberaros del fascismo para entregaros vuestras libertades, vuestros derechos. Pero estas promesas no son mas que el reclamo para haceros participar en la guerra, para eliminar, después de haberlo creado, el otro rival imperialista, el fascismo, acabado en tanto que modo de dominación y de vida del capitalismo.

La Carta del Atlántico, el plan de la nueva Europa, no son mas que los velos tras los cuales se esconde la verdadera significación del conflicto, la guerra de bandidaje con su triste cortejo de destrucción y de masacres del que la clase obrera sufre todas sus terribles consecuencias.

Protetarios, os dicen, os quisieran hacer creer, que esta guerra no es como las demás. Os engañan. Mientras haya explotadores y explotados, el capitalismo es la guerra, la guerra es el capitalismo.

La Revolución del 17 en Rusia fue una revolución proletaria. Fue la prueba evidente de la capacidad política del proletariado para erigirse en clase dominante y orientarse hacia la organización de la sociedad comunista. Ella fue la respuesta de la masa trabajadora a la guerra imperialista de 1914-18.

Pero después, los dirigentes del Estado ruso abandonaron los principios de cada revolución, transformaron vuestros Partidos comunistas en partidos nacionalistas, disolvieron la Internacional comunista, ayudaron al capitalismo internacional a lanzaros a la matanza.

Si en Rusia se hubiera permanecido fiel al programa de la Revolución y del internacionalismo, si se hubiera llamado constantemente a las masas proletarias a unificar sus luchas contra el capitalismo, si no se hubieran adherido a la hipocresía: la Sociedad de las naciones, al imperialismo le hubiera sido imposible desencadenar la guerra.

Participando en la guerra imperialista a favor de un grupo de potencias capitalistas, el Estado ruso traicionó a los obreros rusos y al proletariado internacional.

¡Proletarios de Alemania!

Vuestra burguesía os utiliza, emplea vuestra resistencia física, vuestra capacidad productiva, para hacerse con una posición en la pelea imperialista que le permita dominar el área industrial y agraria de Europa. Tras haber hecho de Alemania un cuartel, tras haberos hecho trabajar durante cuatro años a un ritmo frenético para preparar las armas de guerra, se os ha lanzado a todos los países de Europa para llevar por todas partes, como en cada conflicto imperialista, la ruina y la destrucción.

El plan de vuestro imperialismo fue desbaratado por le del desarrollo del capitalismo internacional, que desde 1900 había dado fin a toda posibilidad de expansión de la forma imperialista de dominación y, más aún, de toda expresión nacionalista.

La profunda crisis que mina al mundo y particularmente a Europa, es la crisis mortal, iresoluble de la sociedad capitalista.

Sólo el proletariado, a través de su revolución comunista, podiá eliminar las causas de la miseria de la masa de los trabajadores, de los obreros.

¡Obreros y soldados!

La suerte de vuestra burguesía se juega en el terreno de las confrontaciones imperialistas. Pero el capitalismo internacional no puede detener la guerra, puesto que es su última, su única posibilidad de supervivencia.

Vuestras tradiciones revolucionarias están profundamente arraigadas en las luchas de clases del pasado. En 1918, con vuestros líderes proletarios Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, en 1923, a pesar del oportunismo creciente en la IC, vosotros grabasteis en la Historia vuestra voluntad y vuestra potencia revolucionaria.

El nacional-socialismo de Hitler y el oportunismo de la IIIa Internacional os hicieron creer que vuestra suerte dependía de la lucha contra el tratado de Versalles. Esta falsa lucha no podía mas que sujetaros al programa de vuestro capitalismo, que se traducía por un espiritu de revancha y la preparación de la guerra actual.

Vuestros intereses de proletarios unicamente están ligados a los intereses de todos los explotados de Europa y del mundo entero.

Vosotros ocupáis un lugar primordial para imponer el fin de la monstruosa matanza. Siguiendo el ejemplo del proletariado italiano, debéis emprender la lucha contra la producción de guerra, debéis negaros a combatir contra vuestros hermanos obreros. Vuestra rebelión debe ser una manifestación de lucha de clases. Debe traducirse en huelgas y en agitaciones de masas. Igual que en 1918, la suerte de la revolución protetaria depende de vuestra capacidad de romper las cadenas que os atan a la monstruosa máquina del imperialismo alemán.

¡Obreros, trabajadores en Alemania!

Os han deportado para haceros construir instrumentos de destrucción. Por cada obrero que llega, un obrero alemán que sale para el fronte.

Sea cual sea vuestra nacionalidad, vosotros sois explotados. Vuestro único enemigo es el capitalismo alemán y internacional; vuestros camaradas son los obreros alemanos y los del mundo entero. Vosotros no sois "extranjeros".

Vuestras reivindicaciones, vuestros intereses son idénticos a los de vuestros camaradas alemanes. Participando en la lucha de clases en la fábrica, en los lugares de trabajo, contribuiréis eficazmente a romper el curso de la fuerza imperialista.

¡Obreros franceses!

Cuando las huelgas de 1936, todos los partidos trabajaron para transformar vuestras justas y legitimas reivindicaciones en una manifestación de adhesión a la guerra que se preparaba. La "era de prosperidad" que los demagogos del Frente poputar os presentaban como el desarrollo pleno, en realidad no esta mas que la crisis profunda del capitalismo francés.

Vuestras efímeras mejoras de vida y de trabajo no eran la consecuencia de una recuperación económica, sino que estaban dictadas por la necesidad de poner en marcha la industria de guerra.

La invasión de Francia ha sido explotada por todos los responsables del conflicto, de izquierda y de derecha, para mantener en vuestros espiritus una voluntad de revancha y de odio contra el proletariado alemán e italiano, que lo mismo que vosotros, no tienen ninguna responsabilidad en el desencadenamiento de la guerra, e igual que vosotros, sufren las terribles consecuencias de la carnicería consentida y preparada por todos los Estados capitalistas.

El gobierno Pétain-Laval os habla de Revolución nacional. Es el engaño más vulgar. El método más reaccionario para haceros sufrir sin rechistar el peso de la derrota militar en beneficio del capitalismo.

El comité de Argel os hace soñar con el retorno a la abundancia y prosperidad de antes de la guerra. Cualquiera que sea el color o la forma del gobierno futuro, las masas trabajadoras de Francia y de los demás países de Europa, tienen que pagar un alto tributo de guerra a los imperialistas anglo-rusoamericanos, sobre las ruinas y las destrucciones causadas por los dos ejércitos en lucha.

¡Proletarios franceses!

Muchos de vosotros habéis llegado a creer, a esperar el bienestar importado por los ejércitos, sean ingleses, americanos o rusos.

Las intrigas y los conflictos que se manifiestan ya en el seno de esta "trinidad" de ladrones a causa del futuro reparto, hacen presentir que las condiciones que le serán impuestas al proletariado sean duras al no tomáis el camino de la lucha de clases.

Muchos de vosotros se convierten en auxiliares del capitalismo participando en la guerra de los partisanos, expresión del nacionalismo más exacerbado.

Vuestros enemigos no son, ni el soldado alemán, ni el soldado inglés o americano, sino su capitalismo que les empuja a la guerra, a la matanza, a la muerte. Vuestro enemigo es vuestro capitalismo, representado por Laval o por De Gaulle. Vuestra libertad no está ligada ni a la suerte ni a las tradiciones de vuestra clase dominante, sino a vuestra independencia en tanto que clase proletaria.

Vosotros sois los hijos de la Comuna de Paris, y sólamente inspirándoos en ella y en sus principios llegaréis a romper los lazos de esclavitud que os unen al aparato caduco de la dominación capitalista: los Estados generales de 1789, las leyes de la Revolución burguesa.

¡Proletarios de Rusia!

En 1917, con vuestro partido bolchevique y Lenin, derribásteis el régimen capitalista para instaurar la primera República de los Soviets.

Vuestra magnifica acción de clase abrió el periodo histórico de la lucha definitiva entre dos sociedades opuestas, la antigua, la burguesa, destinada a desaparecer bajo el peso de sua contradicciones y la nueva, erigiéndose el proletariado en clase dominante para dirigirse hacia una sociedad sin clases, el comunismo.

También en cada época la guerra imperialista estaba en su apogeo. Millones de obreros caían en los campos de batalla del capitalismo. Con el ejemplo de vuestra lucha decisiva, en el seno de las masas obreras surgío la voluntad de acabar con la inútil masacre. Rompiendo el curso de la guerra, vuestra revolución se convirtió en el programa, el estandarte de la lucha de los explotados del mundo.

El capitalismo, corroido por la crisis económica agravada por la guerra, se estremeció ante el movimiento proletario que se desplegaba por toda Europa.

Cercados por las fuerzas biancas y las del capitalismo internacional, que querían haceros pasar hambre, conseguisteis desligaros de la atadura contrarevolucionaria gracias a la aportación heroica del proletariado europeo y internacional, que tomando el camino de la lucha de clases, impidió a la burguesía aliada intervenir contra la revolución proletaria.

La lección era definitiva. En lo succesivo, la lucha de clases se desarrollará en el terreno internacional, el proletariado formará su PC y su internacional sobre la base del programa fortalecido por vuestra revolución y vuestro poder.

La guerra imperialista actual os sitúa, no con el proletariado, sino contra él. Vuestros aliados ya no son los obreros, sino la burguesía. Ya no defendéis la constitución soviética de 1917 sino la "patria socialista".

Ya no tenéis camaradas como Lenin y sus compañeros, sino mariscales con las botas puestas, graduados, como en todos los países capitalistas, emblema de un militarismo sangriento, masacrador del proletariado.

Se os dice que en vuestro país ya no hay capitalismo, pero vuestra explotación es parecida a la de todos los proletarios, y vuestra fuerza de trabajo desaparece en la corriente de la guerra y en las cajas del capitalismo internacional. Vuestra libertad es la de haceros matar para ayudarle al imperialismo a sobrevivir. Vuestro partido de clase ha desaparecido, vuestros soviets estan destruídos, vuestros sindicatos son cuarteles, vuestros lazos con el proletariado internacional se han roto.

¡Camaradas, obreros de Rusia!

En vuestro país, igual que en otras partes, el capitalismo ha sembrado la ruina y la miseria. Las masas proletarias de Europa, como vosotros en 1917, esperan el momento favorable para sublevarse contra las espantosas condiciones de existencia impuestas por la guerra. Igual que vosotros, los proletarios de Europa se dirigirán contra todos los responsables de cada terrible masacre, ya sean fascistas, demócratas o rusos. Igual que vosotros, intentan derribar el sangriento régimen de opresión que es el capitalismo.

Su bandera será vuestra bandera de 1917.

Su programa será vuestro programa, que vuestros dirigentes actuales os han arrebatado: la Revolución comunista.

Vuestro Estado está aliado con las fuerzas de la contrarevolución capitalista. Vosotros seréis solidarios, os fraternizaréis con vuestros camaradas de lucha, vuestros hermanos; lucharéis junto a ellos para volver a establecer en Rusia y en los demás países las condiciones para la victoria de la Revolución comunista mundial.

¡Soldados ingleses y americanos!

Vuestro imperialismo no hace mas que desarrollar su plan de colonización y de esclavismo de todos los pueblos para intentar salvarse de la grave crisis en que está inmersa toda la sociedad.

Ya antes de la guerra, a pesar de la dominación colonial y del enriquecimiento de vuestra burguesía, vosotros sufristéis el paro y la miseria, eran miliones los que no tenían empleo.

Contra vuestras huelgas por reivindicaciones legitimas, vuestra burguesía no ha dudado en emplear el método más bárbaro de represión: el gas.

Los obreros de Alemania, Francia, Italia y España tienen que ajustar cuentas con su propia burguesía, responsable del misino modo que la vuestra de la masacre inmunda.

Querrán haceros jugar el papel de gendarme, lanzaros contra las masas proletarias sublevadas.

Vosotros os negaréis a disparar, fraternizaréis con los soldados y los trabajadores de Europa.

Estas luchas son vuestras luchas de clase.

іProletarios de Europa!

Estáis cercados por un mundo de enemigos. Todos los partidos, todos los programas se han integrado en la guerra. Todos disfrutan de vuestros sufrimientos, todos unidos para salvar a la sociedad capitalista de su derrumbamiento.

Toda la banda de canallas al servicio del gran capital, desde Hitler hasta Churchill, desde Laval hasta Pétain, de Stalin a Roosevelt, de Mussolini a Bonomi, o predican el orden, el trabajo, la disciplina, la patria, que se traducen en la perpetuidad de vuestra esclavitud.

A pesar de la traición de los dirigenies del Estado ruso, los esquemas, las tesis, las previsiones de Marx y de Lenin encuentran en el curso actual su confirmación evidente.

La división en clases entre explotadores y explotados jamás ha sido tan clara, tan profunda.

La necesidad de acabar con un régimen de miseria y de sangre jamás ha sido tan imperiosa.

Con la matanza en los frontes, con las masacres de la aviación, con los cinco años de restricciones, el hambre hace su aparición. La guerra se despliega sobre el continente, el capitalismo no sabe, no puede paralizar esta guerra.

No es ayudando a uno u otro grupo de las dos formas de dominación capitalista como abreviaréis el combate.

Esta vez es el proletariado italiano el que os ha indicado la vía de la lucha, de la sublevación contra la guerra

Igual que hizo Lenin en 1917, no hay otra alternativa, otro camino a seguir distinto de la transformación de la guerra imperialista en guerra civil.

Mientras exista el régimen capitalista, para el proletariado no habrá ni pan, ni paz ni libertad.

¡Proletarios comunistas!

Hay muchos partidos, demasiados. Pero todos, hasta los grupúsculos del trotskismo, se han sumergido en la contrarevolución.

Falta un solo partido: el partido político de la clase proletaria.

Sólo la Izquierda comunista ha permanecido junto al proletariado, fiel al programa del marxismo, a la Revolución comunista. Unicamente sobre la base de este programa será posible devolverle al proletariado sus organizaciones, sus armas adecuadas para poder conducirle a la lucha, a la victoria.

Estas armas son el nuevo partido comunista, la nueva Internacional.

Contra el oportunismo, contra todo pacto en el terreno de la lucha de clases, la Fracción os llama a unir vuestro esfuerzo para ayudarle al proletariado a deaprenderse de la argolla del capitalismo. Contra las fuerzas aliadas del capitalismo debe erigirse la fuerza invencible de la clase proletaria.

¡Obreros y soldados de todos los países!

Sólo a vosotros os corresponde detener la terrible masacre sin precedentes en la Historia.

Obreros, detened en todos los países la producción destinada a matar a vuestros hermanos, vuestras mujeres, vuestros hijos.

¡Soldados, cesad el fuego, bajad las armas!

Fraternizar por encima de las fronteras artificiales del capitalismo.

Uníos en el frente internacional de clase.

¡VIVA LA FRATERNIZACION DE TODOS LOS EXPLOTADOS!

¡ABAJO LA GUERRA IMPERIALISTA!

¡VIVA LA REVOLUCION COMUNISTA MUNDIAL!

Junio 1944